martes, 29 de septiembre de 2020

«Miguel, Gabriel y Rafael»... Un pequeño pensamiento para hoy


Celebramos hoy la fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. El arcángel Miguel, cuyo nombre significa «quién como Dios», aparece en el Apocalipsis en una guerra frontal con Satanás, el cual es derrotado y arrojado a la tierra. Miguel aquí representa a los mártires, que han derrotado a Satanás, gracias a la sangre del Cordero y al testimonio que dieron. Gabriel y Rafael, son otras representaciones históricas de Dios. Gabriel significa «fuerza de Dios» y Rafael «medicina de Dios». Celebrando en este día la festividad de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, celebramos al mismo Dios que ha santificado, por medio de Jesús, incluso a los mismos espíritus celestes, pues nadie puede ver ni gozar de Dios sino por medio de Jesús, ya que no hay otro Nombre en el cielo —para los espíritus celestes— ni en la tierra —para los hombres— mediante el cual se pueda alcanzar la salvación. Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cf. Lc 1). Miguel lucha contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cf. Ap 12). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el mal. Rafael acompaña a Tobías, lo defiende y lo aconseja y cura finalmente a su padre Tobit. Por esta vía, nos anuncia la presencia de los ángeles junto a cada uno de nosotros: el ángel que llamamos de la Guarda y que celebraremos el 2 de octubre próximo.

En el evangelio de este día (Jn 1,47-51), Jesús anuncia a Natanael —que lo reconoce como Hijo de Dios y rey de Israel—, un tiempo en el que el cielo quedará abierto y los ángeles, mensajeros de Dios, antes recluidos en el cielo, bajarán y subirán trayendo y llevando mensajes de Dios a los hombres y de éstos a Dios, modo de decir que llegará un día en el que Dios y el hombre podrán comunicarse directamente. Este texto alude al sueño de Jacob en Betel (Gn 28,11-27). Según este, Jacob vio «una rampa que arrancaba del suelo y tocaba el cielo con la cima. Ángeles —mensajeros— de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en lo alto y dijo: Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra donde te has acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur, y todas las naciones del mundo serán benditas por causa tuya y de tu descendencia». 

Este sueño se hace realidad con Jesús, el Hijo del hombre, que hace posible en la cruz la plena comunicación del hombre con Dios, a cuyos pies nace un nuevo pueblo formado, no sólo por judíos, sino por todos los pueblos de la tierra, sobre el que Dios reinará. La promesa de Dios a Abrahán llega a su plena realización en Jesús. Nunca antes había existido una comunicación tan plena entre Dios y los hombres. Gabriel, Rafael y Miguel son símbolos de esa comunicación que se da entre Dios y los hombres, un Dios que en Jesús infunde fuerza, —Gabriel= Dios es fuerte—, sana —Rafael: Dios sana— y se muestra totalmente diferente —Miguel = quién como Dios— como Padre de todos. Se llaman, precisamente, «arcángeles», es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes misiones. Meditemos en este día de los arcángeles que «suben y bajan» sobre el Hijo del hombre, que sirven a Dios, pero le sirven en beneficio nuestro. Dan gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y, en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que los envía para nuestro bien. Entre muchos otros títulos, dedicamos a nuestra Madre del Cielo el de «Reina de los Ángeles». A Ella suplicamos confiadamente que nos recuerde, siempre que sea preciso, que contamos para nuestro bien con la poderosa y amable asistencia de los ángeles y la pedimos especialmente en estos tiempos dan difíciles de la pandemia de Covid-19. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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