Para san Lucas —que es el Evangelio que estamos leyendo en estos días en la liturgia de la Palabra de la Misa— en la pesca sobre el lago está simbolizada toda la actividad de san Pedro y de la Iglesia. Hasta antes de esto, el evangelista nos presenta a Jesús actuando de una manera directa y personal; desde ahora, a partir de este relato (Lc 5,1-11), actuará por medio de los hombres que le escuchan o cumplen su palabra; por ejemplo hoy, que lanzan en su nombre las redes sobre el lago. Reflexionando en el pasaje, parecería que los discípulos están en un lago de aguas malas, enigmáticamente vacías de peces. Sin embargo, la voz del Maestro ofrece mayor seguridad que toda la apariencia adversa de las aguas. Desde esa voz la pesca habrá de ser ampliamente milagrosa. Así, hay que entender que para san Lucas, discípulo–misionero es ante todo el mensajero y enviado de Jesús; en este sentido es necesario que la Iglesia —todos los cristianos— aviven su conciencia de misión.
Al hacerle caso a Jesús, Pedro y los demás se dan cuenta de que la elección y la vocación exigen fe, aunque no se comprenda, exigen «esperanza contra toda esperanza» (Rm 4,18). Así creyó y esperó la Santísima Virgen María, así también Abraham, muchos de los grandes personajes de la Escritura y los santos como san Gregorio Magno, el santo al que el día de hoy celebramos. El Papa Gregorio I, con más justicia llamado «Magno», fue el primer Pontífice que fue monje y ascendió a la silla apostólica cuando Italia se hallaba en una condición deplorable como consecuencia de las luchas entre los ostrogodos y el emperador Justiniano, que terminaron con la derrota y muerte de Totila, en el año 562. Aunque Gregorio cumplía fiel y honrosamente sus funciones como prefecto, se sentía llamado a una vocación superior, hasta que por fin resolvió apartarse del mundo y consagrarse al servicio de Dios, siendo ordenado séptimo diácono de la Iglesia Romana y enviado como embajador ante la corte bizantina. A principios del año 586, tras volver a Roma, se convirtió en abad del monasterio de San Andrés.En el año 590, una terrible epidemia arrebató la vida al Papa Pelagio y el pueblo escogió a Gregorio como nuevo Pontífice. Desde el momento que asumió el cargo de Papa, se impuso el doble deber de catequizar y cumplir con la disciplina. También destacó como predicador escogiendo temas del Evangelio del día y, hasta nosotros ha llegado algunas de sus homilías, llenas de elocuencia y sentido común, terminadas con una enseñanza moral que podía adaptarse a cada caso.
Como san Gregorio Magno, el discípulo–misionero será pescador de hombres en la medida en que multiplique a su alrededor las conversiones e introduzca en la Iglesia a muchas almas. Bajo apariencias místicas, el relato de la pesca milagrosa parece tener un gran alcance: la humanidad es presa de potencias que la absorben y la anegan; Cristo se reserva a sí y a sus seguidores una misión liberadora que frena y contrarresta ese deslizamiento hacia la catástrofe. Ser pescador de hombres consiste hoy en participar en todas las empresas que quieren evitar al hombre la perdición y colaborar a alcanzar una nueva civilización del amor que resurga. Jesús dijo a Simón: «No temas, desde ahora serás pescador de hombres.» ¡No temas! Así vamos madurando, como Simón y aquellos primeros discípulos, en nuestro camino de fe, a través de los días buenos y de los malos. Para que, por una parte, no caigamos en la tentación del miedo o la pereza. Y, por otra, no confiemos excesivamente en nuestros métodos, sino en la fuerza de la palabra de Cristo. Que María Santísima interceda por nosotros para que seamos pescadores de hombres para el Reino de los Cielos. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario