miércoles, 23 de septiembre de 2020

«El Evangelio acontece»... Un pequeño pensamiento para hoy


Un ejemplo muy claro de que el Evangelio acontece es la vida de san Pío de Pietrelcina, en quien de una manera particular se puede ver el Evangelio de hoy (Lc 9,1-6) encarnado. En este día la Iglesia celebra su memoria. El padre Francesco Forgione —su nombre de pila— nació en Pietrelcina, provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Creció dentro de una familia humilde, pero como un día él mismo dijo, nunca careció de nada. Fue un niño muy sensible y espiritual. Fue bautizado, hizo su Primera Comunión y la Confirmación en la Iglesia de Santa María de los Ángeles, la cual se podría decir fue como su hogar. Allí fue donde a los cinco años se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús. Más adelante empezó a tener apariciones de la Virgen María que durarían por el resto de su vida. Ingresó a la Orden de los Frailes Menores Capuchinos en enero de 1903. El día anterior de entrar al Seminario, Francisco tuvo una visión de Jesús con su Santísima Madre. En esta visión Jesús puso su mano en su hombro, dándole coraje y fortaleza para seguir adelante. La Virgen María, por su parte, le habló suave, sutil y maternalmente penetrando en lo más profundo de su alma. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1910 en la Catedral de Beneveto, y en febrero de ese año se estableció en San Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su muerte, el 23 de setiembre de 1968.

El Evangelio de hoy nos relata que Jesús, habiendo convocado a los doce les dio poder y autoridad para: 1º Expulsar todos los demonios y curar las enfermedades... 2º Proclamar el reino de Dios... Nos dice que los Apóstoles se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea: 1º Anunciando la "buena noticia"... 2º Curando en todas partes... En este pasaje encaja la extraordinaria vida del padre Pío. El Padre Pío, quien tuvo la capacidad de leer los corazones y las conciencias, además del don de profecía y la curación milagrosa por el poder de la oración. También tenía trato familiar con su ángel guardián, con el que tuvo la gracia de comunicarse toda su vida y el cual sirvió grandemente en la misión que él recibiría de Dios. Es también cierto que los demonios lo torturaron. Desde niño acostumbraba a cobijarse bajo la sombra de un árbol particular durante los cálidos y soleados días de verano. Amigos y vecinos testificaron que fueron en más de una ocasión las veces que le vieron pelear con lo que parecía su propia sombra. Estas luchas continuarían por el resto de su vida.

Además el padre Pío tenía el don de la Bilocación (estar en dos lugares al mismo tiempo) y la sangre de sus estigmas tenía fragancia de flores. A san Pío llegaban a verle multitud de peregrinos y además recibía muchas cartas pidiendo oración y consejo. Los médicos que observaron los estigmas que el Señor le concedió, no pudieron hacer cicatrizar sus llagas ni dar explicación de ellas. Calcularon que perdía una copa de sangre diaria, pero sus llagas nunca se infectaron. El Padre Pío decía que eran un regalo de Dios y una oportunidad para luchar por ser más y más como Jesucristo. El Padre Pío es un poderoso intercesor. Los milagros se siguen multiplicando. Con la Palabra de Dios como arma, san Pío vivió la pobreza evangélica de la que nos habla el relato de san Lucas de este día, sin demasiadas provisiones para el camino y convencido de que en algunos lugares lo acogerán bien y en otros, no. Quienes habla del Dios providente, padre bueno, como lo hacía el padre Pío, no puede ir por la vida cargado de provisiones; los heraldos de la paz mesiánica no irán provistos de bastón para hacer frente a eventuales agresores, sino dispuestos a ofrecer la otra mejilla. El auténtico evangelizador lleva el mensaje «incorporado» como san Pío de Pietrelcina, que lo supo vivir. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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