sábado, 31 de agosto de 2019

«Agradecido y con alegría»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy termina un mes más de nuestro paso por esta tierra. Para mí ha sido un mes de muchas bendiciones, el 4 el día del Santo Cura de Ars y mi aniversario sacerdotal; el 6 la transfiguración; el 15 la asunción de María a los cielos y el 22 su fiesta como Reina; el 28 mi cumpleaños y el viaje express de 10 días a Los Ángeles para los Ejercicios Espirituales de mis hermanas Misioneras Clarisas de las casas de California y que ayer concluyó con una animada reunión con algunos Vanclaristas de los diversos grupos. Allá disfruté del gozo de la Eucaristía cada día en la Casa Regional en Santa Ana; la Misa con la comunidad de Gardena y el regalo de ver a Minerva para comer en su casa en compañía de las hermanas; el festejo del cumpleaños con Peggy y Ana un día y con Los Ortiz y los Castro el otro; la alegría de saludar a Carmen; el encuentro con René y Abby y con sus hijos ya muy grandes, el compartir con Norma en esa rica plática que nos deja el reto de ir a metas más altas de santidad; la comida con Axel y Sandra recordando anécdotas de la misión de África agradeciendo a todos nuestros hermanos de Van-Clar Maywood; la visita al hermano Agustín en el monasterio de Prince of Peace y la sentida celebración de la Misa en ese santo lugar; las vistas del mar en Ocean Side, Corona y Newporth Beach... yo creo que si revisamos nuestras vidas, en medio de los sufrimientos y dolores que siempre hay en este «valle de lágrimas», encontramos también días maravillosos que llenan el corazón de gratitud a Dios y a los que nos rodean. ¡Gracias a todos!, a los que aquí menciono y a los demás que viven en mi corazón. 

La liturgia de hoy, en la Misa, nos pone el salmo 97 [98] como salmo responsorial con un estribillo que me viene muy bien en este día: «Cantemos al Señor con alegría». En este mes, luego del doloroso camino de julio, puedo destacar que si hay un tiempo para la oración silenciosa, para la meditación y para profundizar en el dolor, la soledad, el duelo, la cruz.... hay un tiempo también para la oración de aclamación y de acción de gracias! Paul Claudel (6 de agosto de 1868–23 de febrero de 1955), el célebre diplomático y poeta francés (1868–1955), considerado como el más grande representante del catolicismo francés en la literatura moderna, escribe sobre este salmo que medita: «¿Qué canto, oh Dios mío, podemos inventar al compás de nuestro asombro? El ha roto todos los velos. Se ha mostrado. Se ha manifestado tal como es a todo el mundo. La misma caridad, la misma verdad, todo semejante, a lo que quiso con Israel, ¡helo aquí, doquier, brillando a los ojos de todo el mundo! ¡Tierra, estremécete! ¡Que oiga en tus profundidades el grito de todo un pueblo que canta y que llora y que patalea! ¡Adelante, todos los instrumentos! ¡Adelante la cítara y el salmo! ¡Adelante, la trompeta en pleno día con sonido claro, y esta trompeta, la otra, muy bajo, como un hormigueo de trompetas que yo creía escuchar durante la noche! ¡Adelante el mar, para sumirme! ¡Adelante, la redondez de la tierra como un canasto que se sacude! ¡Ríos, aplaudid, y que se alisten las montañas, porque ha llegado el momento en que Dios va a "juzgar" a la tierra! ¡Ha llegado el día del rayo del sol, y de la radiante nivelación de la justicia!"». Yo, luego de repasar los 31 días de este agosto, me uno a él. 

Recordar con alegría y gratitud no es solo algo sentimental y pasivo. Es dar gracias a Dios por todos los dones que nos ha dado y por la capacidad que tenemos de multiplicarlos en el compartir. Nunca sabremos a ciencia cierta si los dones que nos dio el Señor los hemos multiplicado mucho o poco (Mt 25,14-30), el Señor no espera cantidades que se puedan calcular con medidas de peso y valor... él espera que lo demos todo, que multipliquemos lo mucho o lo poco que tenemos y que nos ha venido de él. Y yo creo que, cuando compartimos, como el Señor me ha permitido verlo este mes, el corazón se llena de gozo. El siervo perezoso, de esta hermosa parábola de los talentos, es acusado, no de haber malgastado su talento o robado el dinero de su amo, sino de no haberlo hecho fructificar... No sabemos cuántos años nos quedan de vida y cuándo seremos convocados a examen. Pero todos deseamos que el examinador, el Juez, nos pueda decir las palabras que él guarda para los que se han esforzado por vivir según sus caminos: «Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor». Nuestra vida es para multiplicar los talentos, para darse, para compartir en la alegría de ser hijos de Dios, por eso María se encamina presurosa al encuentro de Isabel, por eso ella descubre que falta el vino, por eso se queda al pie de la Cruz hasta que su Hijo es bajado de allí, por eso acompaña a los apóstoles... ¡Bendecido sábado! 

Padre Alfredo.

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