viernes, 30 de agosto de 2019

«Santa Rosa de Lima y la alabanza al Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Santa Rosa de Lima (20 de abril de 1586 - 24 de agosto de 1617) es la primera santa americana canonizada, que una mujer nació de ascendencia española en la capital de Perú en 1586 hija de don Gaspar de Flores y María de Oliva. La pequeñita fue bautizada con el nombre de Isabel, pero, por la frescura e su rostro, se le llamaba comúnmente «Rosa», y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo. Desde la adolescencia Rosa optó por seguir a Jesús con pasión ardiente haciendo de su vida una alabanza entrando a formar parte de la Tercera Orden dominicana y teniendo como modelo y guía espiritual a santa Catalina de Siena. Entregada al cuidado de los pobres y a los trabajos ordinarios que una chica desempeña cotidianamente en la casa, se impuso un régimen de vida austero marcado por una extraordinaria penitencia. A los veintitrés años se encerró en una celda de apenas dos metros cuadrados, que mandó a su hermano construir en el jardín de su casa y de la que sólo salía para ir a las funciones religiosas. Y es precisamente en esta estrecha prisión voluntaria donde transcurrió la mayor parte de sus días en contemplación, en intimidad con su Señor. Como a santa Catalina de Siena, también a ella se le concedió la gracia mística de participar físicamente en la pasión de Jesús, al que eligió como su Esposo, y durante 15 años tuvo que atravesar la dura experiencia interior de la ausencia de Dios, ese sufrimiento del espíritu que san Juan de la Cruz, el reformador del Carmelo, llama la «noche oscura». 

Tal vez no se conozca mucho de la vida de Santa Rosa de Lima, pero, se puede afirmar que su vida fue, una vida escondida que, en medio de una extrema austeridad impuesta por ella misma, la llevó, como digo, a hacer de su intimidad con Dios, una alabanza viviente para darle gloria al Señor. El mensaje que sigue comunicando a los devotos que la invocan como protectora, está bien expresado en uno de los misteriosos mensajes que recibió del Señor: «Que sepan todos —le confió Jesús— que la gracia sigue a la tribulación; entiendan que sin el peso de las aflicciones no se llega a la cumbre de la gracia; comprendan que en la medida en que crece la intensidad de los dolores, aumenta la de los carismas. Ninguno se equivoque ni se engañe; esta es la única y verdadera escalera hacia el paraíso y, fuera de la cruz, no hay otra vía por la que se pueda subir al cielo». Su breve existencia —murió de 32 años— estuvo marcada por innumerables pruebas y sufrimientos, pero al mismo tiempo estuvo totalmente impregnada por el amor a Cristo. La liturgia de este día de fiesta nos regala el salmo 148. De esta manera, la Iglesia nos invita a considerar que Santa Rosa sabe que no puede alabar ella sola al Señor, sino que se dirige a todo el orbe, implicando a toda la creación en la salmodia común. 

También nosotros somos invitados a unirnos a este inmenso coro, convirtiéndonos en portavoces explícitos de toda criatura y alabando a Dios en las dos dimensiones fundamentales de su misterio. Por una parte, debemos adorar su grandeza trascendente, por otra, hemos de reconocer, como lo hizo Santa Rosa de Lima, su bondad condescendiente, puesto que Dios está cercano a sus criaturas y viene especialmente en ayuda de su pueblo, como afirma el salmista refiriéndose al pueblo que alaba al Señor: «El pueblo que ha gozado siempre familiaridad con él». Frente al Creador omnipotente y misericordioso hemos de alabarlo, ensalzarlo y celebrarlo al estilo de esta Santa, de la que se puede decir perfectamente que en ella se manifestó la potencia de la gracia divina: cuanto más débil es el hombre y confía en Dios, tanto más encuentra en él su consuelo y experimenta la fuerza renovadora de su Espíritu. Santa Rosa, con su vida hecha alabanza, nos exhorta a vivir en el abandono humilde y confiado en el Señor. La alabanza constante se origina en un corazón lleno de amor hacia Dios como el de ésta, la primar santa de nuestro continente. Ella, sostenida por una intensa piedad eucarística y mariana, encontró el tesoro, la perla fina (Mt 13,44-46) ... ¡lo que vale la pena! Por eso el día de hoy le pido a Santa Rosa y a María Santísima, que nos ayuden a hacer de nuestras vidas una alabanza continua, que iluminen a todos y de esa manera caminemos, alabando cada instante de nuestro paso por este mundo, al Señor. ¡Bendecido viernes! 

Padre Alfredo. 

P.D. En algunos países a Santa Rosa se le celebra el 23 de agosto.

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