viernes, 23 de agosto de 2019

«Dios provee»... Un pequeño pensamiento para hoy

La palabra Providencia viene del latín «providere», un vocablo latino que tiene el sentido de que Dios provee, prepara, planea, y arregla todo con conocimiento de antemano. De manera que Providencia significa que Dios provisiona, supervisa y cuida de todo con una determinación anticipada. Esto implica que Dios tiene cuidado de su creación y de sus criaturas, y él ha tomado una prevención con el propósito de llegar a un fin deseado. Esto significa, a su vez, que Dios de manera habitual y continua, colabora y hace que todas las cosas sucedan, trabajen y ayuden para el bien de los que él ha llamado, de manera que la mano providencial de Dios dentro del marco de sus propósitos, cuida benéficamente de su creación y de sus criaturas. No obstante, en lo que respecta a sus hijos, manifiesta su cuidado paternal con una providencia muy especial (cf. Mt 6,25-26). El Dios de la Escritura es el Dios providente de la historia. Él ha intervenido en los asuntos del hombre, su criatura. Sin embargo, él no es simplemente Dios del pasado; él es el eterno «Yo Soy» (Ex 3,14), aquel «que es y que era y que ha de venir» (Ap 1,4). Dios ha cuidado, cuida y cuidará de nosotros en su Divina Providencia. 

Estoy pensando hoy en la Divina Providencia porque el salmo responsorial de este día (145) me lleva, meditándolo, al encuentro de esa Divina Providencia de Dios que cuida de todo. San Pablo ilustra este tema de la Providencia cuando dice: «Dios proveerá a todas sus necesidades según sus riquezas en Cristo Jesús (Fil 4,19). Además, el mismo Cristo nos ha dicho y nos ha prometido: Den y se les dará (Lc 6,38). Y todo el que dejare hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos por amor de mi nombre, recibirá cien veces más en esta vida y después la vida eterna (Mt 19,29). Y, sobre todo, nos ha dicho: Busquen primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura (Lc 12,31). El Catecismo de la Iglesia Católica dice que la solicitud de la divina providencia tiene cuidado de todo, desde las cosas más pequeñas hasta los más grandes acontecimientos del mundo y de la historia (Cat 303). Especialmente, la oración cristiana —afirma el Catecismo— es cooperación con su providencia y su designio de amor hacia los hombres (Cat 2738). La providencia de Dios se ocupa de cada flor del campo y de cada alma en particular, como si no hubiera nadie más en el universo. Todo su amor es para cada uno y vela por cada uno en particular. Podríamos decir que la providencia de Dios dirige a todos y cada uno hacia el amor. Somos flores de jardín de Dios, luces de su divino resplandor, hijos de su gran familia, herederos de su reino, y nos ama a cada uno con todo su infinito amor. 

Me encontré ayer en la tarde, mientras me preparaba para el tema que debía dar en los Ejercicios Espirituales a mis hermanas Misioneras Clarisas de las casas de California, con un hecho de la vida de san Juan de Dios (1495-1550) que viene muy bien compartir ahora para mostrar como actúa esa Divina Providencia y cómo hay que confiar. Escribe san Juan de Dios: «Son tantos los pobres que aquí llegan que yo mismo, muchas veces, estoy espantado cómo se pueden sustentar, pero Jesucristo lo provee todo y les da de comer. Como la ciudad (Granada) es grande y muy fría, especialmente ahora en invierno, son muchos los pobres que llegan a esta casa de Dios. Entre todos, enfermos y sanos, gente de servicio y peregrinos, hay más de ciento diez. Como esta casa es general, reciben en ella generalmente de todas enfermedades y suerte de gentes, así que aquí hay tullidos, mancos, leprosos, mudos, locos, paralíticos y, sin éstos, otros muchos peregrinos y viandantes, que aquí se allegan y les dan fuego y agua, sal y vasijas para guisar de comer. Para todo esto no hay renta, pero Jesucristo lo provee todo». El Evangelio de hoy (Mt 22,34-40) nos recuerda que hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas al igual que al prójimo... eso se logra con suma facilidad cuando confiamos en la Providencia Divina como María. Hay una hermosa imagen de la Santísima Virgen como «Nuestra Señora de la Divina Providencia», es una imagen que inspira devoción a cualquiera que la mira. Representa a la Madre suavemente inclinada sobre el Niño dormido en su regazo, una de cuyas manitas sostiene a la altura del corazón, a Él, al pequeño niño en las faldas de María, quiero pedirle que no nos falte nunca nada y me acuerdo de esa oración hermosa: «La Divina Providencia nos asista en cada momento, para que nunca nos falte honra, casa, vestido y sustento... ¡Bendecido viernes! 

Padre Alfredo.

1 comentario:

  1. Gracias por la reflexión. Hoy mismo estaba necesitando escuchar esas palabras. Un abrazo padre Alfredo. Dios lo siga bendiciendo.

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