sábado, 10 de agosto de 2019

«Que seamos justos, misericordiosos, clementes y compasivos»... Un pequeño pensamiento para hoy

Dos veces al año, el día de Pascua y el día de la Fiesta de los Tabernáculos, el pueblo de Israel se comprometía, una vez más, a ser fiel a Dios y a su Ley... Tenían, para el caso, una especie de «profesión de fe». Difícilmente podemos imaginarnos en nuestro mundo actual el clima de inseguridad en que vivían los antiguos pueblos. Las relaciones de «Alianza» de los pueblos débiles con sus vecinos poderosos eran en aquel entonces cuestiones de vida o muerte. Todas las relaciones entre ciudades y pueblos estaban regidas por un conjunto complejo de lazos de soberanía y de vasallaje en que el «pequeño» se sometía al más «fuerte» a cambio de la protección que éste le prometía. Sobre este modelo Israel concibió sus relaciones con Dios. El sistema de las Alianzas tenía una extraordinaria carga de afectividad y seguridad. El pueblo de Israel tenía una Alianza con Dios. y, el Dios con quien se hacía aquella Alianza no era un cualquiera, sino el Dios de la vida, el creador de la naturaleza y del hombre, cuyas «Leyes» se debían respetar. Este, precisamente, es el tema del salmo responsorial de este día, el salmo 111 [112] anunciado desde los dos primeros versos: «Dichosos los que temen al Señor y aman de corazón sus mandamientos». 

Este salmo 111, está escrito en el idioma original de manera que forma un acróstico, ya que cada uno de los 22 versos de los que está compuesto, comienza con una de las 22 letras del alfabeto hebreo: procedimiento nemotécnico para que el pueblo se lo aprendiera de memoria y, al mismo tiempo, procedimiento simbólico para significar la totalidad de la Ley. Esta sujeción literaria impone un cierto desorden en las ideas. No obstante, hay que admirar el hecho de que la Ley se resume prácticamente en estos dos amores esenciales: «Amarás al Señor tu Dios... y a tu prójimo...» Aquello que Jesús resumió en el «amor» aquella conducta moral humana que nos debe seguir rigiendo y que hoy aparece en el Evangelio: «El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna» (Jn 12,24-26), tiene su base en fragmentos del Antiguo Testamento como el del salmo de hoy, que tiene el gran mérito de unir estrechamente los deberes del hombre «hacia Dios» y los deberes del hombre «hacia el hombre». En este salmo, que habla esencialmente de la Alianza con Dios, vemos ya resaltados los deberes sociales. Dios es el fiador de la dignidad humana y el promotor de la igualdad entre los hombres: «Quienes, compadecidos, prestan y llevan su negocio honradamente jamás se desviarán... Al pobre dan limosna, obran siempre conforme a la justicia; su frente se alzará llena de gloria». Viviendo así, la santidad está al alcance, y la justicia se encuentra en casa. Quien busca vivir como el salmista hoy lo propone, tiene una dicha inmensa en su corazón y va por camino seguro, porque su vida está basada en la misericordia, en la compasión, en la justicia, en la caridad constante, sobre todo hacia los más necesitados de entre los hombres; y en ese estilo de vida es donde encontramos la bienaventuranza de los pobres (Mt 5,1) que van viviendo según la voluntad del Señor buscando la santidad para sí mismos y para todos. 

Dios es quien fortalece nuestra seguridad interior y exterior y nos ayuda a enfrentar las situaciones de cada día que van desde las alegrías más grandes hasta los obstáculos más inimaginables. El autor del salmo, inspirado por Dios, habla de la calidad de vida y la firmeza en la fe del que vive en esta condición: No temerán malas noticias, puesto que en el Señor viven confiados. Firme está y sin temor su corazón». Hoy que es sábado y que de una manera especial cada semana este día lo dedicamos a honrar a María, bajo la mirada amorosa de esta Virgen Madre, siempre misericordiosa, siempre justa, siempre compasiva, pidamos al Padre de toda prodigalidad que manifestó sobreabundantemente su generosidad al enviarnos a su Hijo; que nos conceda la gracia de imitarle para que nuestra caridad sea constante y sin falta, para que seamos justos, misericordiosos, clementes y compasivos y así alcancemos la santidad. ¡Bendecido sábado! 

Padre Alfredo. 

P.D. Hoy es día de San Lorenzo, patrono de los diáconos. Felicito a mi ahijado Paco García Lemus y a todos los diáconos que ejercen su ministerio con alegría y con los criterios del autor del salmo 111 [112] y pido por el eterno descanso del diácono Francisco Robles Cervantes y por todos los que, ejercieron este ministerio en la tierra y ya descansan en la paz del Señor.

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