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En medio de la vorágine en la que este mundo actual nos ha metido, comemos muy de prisa y no saboreamos la comida... cuando es lunes, queremos que ya sea viernes, cuando se acaba el fin de semana queremos que lleguen las vacaciones, cuando trabajamos queremos que llegue la jubilación. Y mientras, la vida se nos va escapando entre los dedos. No nos damos cuenta de que aquello que decía John Lennon parece ser verdad: «La vida es lo que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes». Todo este mes me la he pasado pensando en cómo vivió la vida mi papá. El salmo 147, que es el salmo responsorial para hoy, me hace ir al uso del tiempo, de este tiempo que pasa tan de prisa. El escritor sagrado, inspirado por Dios, parece detenerse un poco en estas prisas del mundo para extasiarse y complacerse en las maravillas de Dios. Yo siempre recordaré a Don Alfredo como un hombre que sabía exprimir el tiempo y disfrutar cada paso que daba; en las mañanas y por las tardes, era común para muchos verlo sentado en el porche de su pequeña casita en la que ahora vivo yo con mi madre. Por la mañana rezaba, desde hace muchos, muchos años, Laudes, Vísperas y Completas —La Liturgia de las Horas— porque decía que el tiempo se iba de prisa y después no alcanzaba a rezar; al caer la tarde, era seguro verlo en el mismo lugar, pero ahora con su rosario en la mano. Quienes lo conocieron no me dejarán mentir que sus pláticas eran muy amenas y parecía que el tiempo no avanzaba, cuando menos uno pensaba ya se había ido el tiempo... ¡qué hermoso recuerdo!
Pensando en la vida de papá y de muchos otros que, como él, han sabido administrar su tiempo, pienso en lo hermosísimo que debían de ser los diálogos sostenidos entre Jesús y sus apóstoles, al amanecer, a lo largo de los días, cara a los acontecimientos que los traían trajinando todo el día, y al anochecer... pero no todo era eso, el tiempo para él también iba de prisa y se invertía en otros asuntos, como el hecho de que Jesús pagaba cada año su didracma a favor del Templo, como afirma Pedro en el Evangelio de hoy (Mt 17, 22-27). El Señor se daba tiempo para eso y mucho más, cumplía las obligaciones del buen ciudadano y del creyente judío, a veces oraba solo (Mc 1,35) y otras acompañado (Jun 11,41-42), compartía con sus amigos los Apóstoles (Jn 6,31), asistía a cenas (Lc 7,36-50), pescaba (Jn 21,5). invertía muy bien su tiempo. Jesús se encarnó totalmente en el tiempo y en el ir y venir de cada día. También nosotros debemos invertir muy bien nuestro tiempo y administrarlo cumpliendo con nuestras obligaciones civiles, religiosas y morales. Que la Santísima Virgen que de seguro nunca desaprovechó el tiempo que aún en aquellos años pasaba rápido, nos ayude a que saquemos provecho de cada hora, minuto y segundo de nuestras vidas. Me acordé de aquella canción que dice: «Sabia virtud de conocer el tiempo». ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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