martes, 20 de agosto de 2019

«Con una esperanza siempre viva»... Un pequeño pensamiento para hoy


Con frecuencia, en nuestras diversas experiencias personales, de familia, de comunidad, quedamos sorprendidos por el amor que Dios nos tiene. Él se manifiesta de diversas maneras y deja caer su bondad, su compasión, su infinita misericordia. Una vez más se ha manifestado conmigo gracias a Paco, a Ovatsug y a otras almas caritativas que me han ayudado para que por fin dijera adiós a mi viejo y trémulo teléfono que poco me dejaba hacer ya y recibiera a uno casi igual que el anterior pero sin tembladera ni falla alguna hasta ahora. Me dispuse a escribir temprano, muy de madrugada una vez más, pues desde temprana hora esperaba ser enlatado en este cachivache volador que me lleva al aeropuerto de Los Ángeles y continuar a Santa Ana para compartir unos días con mis hermanas Misioneras Clarisas en Ejercicios Espirituales y con mis queridos Vanclaristas angelinos. El teléfono quedó ya listo pero se llevó un bue rato para acomodarse con las viejas aplicaciones y estar a punto, pero el que no estuvo a punto fui yo, porque en estar buscando las aplicaciones, las contraseñas y demás cuestiones para actualizar «el móvil» como dicen los españoles, el tiempo del embarque llegó y ahora escribo desde aquí —muy cerquita del jefe—, en los cielos, más alto que las nubes.

Desde que vi el salmo responsorial de hoy, me gustó cómo salmista canta agradecido y me cautivó una frase, algo muy importante: «Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas»... «¡Cuando el Señor nos muestre su bondad!» El escritor sagrado pone esto porque la situación que dio origen a este bello cántico, no es otra que el regreso de los deportados de Babilonia, una experiencia muy fuerte del pueblo de Israel en el que han visto la bondad del Señor al haberlos liberado. Con base en este acontecimiento histórico, considerado como un acto de perdón de Dios, este santo varón le pide al Señor que no deje de mostrar su bondad en lo «cotidiano», en el tiempo que al mismo tiempo es para agradecer y para llenarse de esperanza. La reconstrucción del Templo tomaba tiempo y los enemigos hostigaban sin cesar a los nuevos repatriados (Esd 4,4), de manera que era urgente que el pueblo no perdiera su alegría por haber sido salvados por el Señor. El juego danzante de repetición de palabras que el autor del salmo hace repitiendo varias veces palabras como regresar, salvación, amor, verdad, justicia, cólera, dar, tierra, pueblo, decir... deja ver el tono esperanzador que me llena a mí también de esperanza. 

¡Qué esperanzadoras son también las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy: « “Yo les aseguro que en la vida nueva, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se sentarán también en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel» (Mt 19, 23-30). Pero, esa esperanza que ofrece Jesús, nos tiene que quedar claro, es sólo para «todo aquel» (v.29) que sea capaz de entender el significado de Jesús en su vida y obre en consecuencia. El encuentro con Jesús llena de esperanza y hace posible su desprendimiento de las realidades más fundamentales de la existencia: «casa, o hermanos, o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras»... ¡El cielo es mucho más! Su llamada a todo hombre es la de dejarlo todo para recibirlo todo y esta disponibilidad sólo puede ser creada en el corazón humano por la revelación del Padre. ¡Cuánto cuidado debemos de tener con las cosas materiales! Pues, con las riquezas y los placeres de este mundo, se ata uno a la tierra en vez de mirar esperanzadamente a lo alto. La sincera expresión de Pedro: «Señor, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar?» Nos debe hace ver también a nosotros que tenemos que estar a tono con la música del Maestro. Alguien decía por ahí: ¡Amigo mío, dame un santo, un hombre solidario, trabajador, magnánimo, y entenderá todo esto! No me des un egoísta; no lo entiende». Pidamos a la Santísima Virgen, bajo la advocación de «María, esperanza nuestra» que nos ayude a alejarnos de la ambición de las cosas materiales, del dinero y del poder, porque eso esas ambiciones son factores que no se avienen con el desprendimiento que libera al espíritu y le hace vivir en esperanza, cierto que nadie escogimos dónde nacer y sabemos que las cosas materiales, en sí, no cierran por sí solas las puertas del cielo y del amor al hacer uso de ellas, pero la idolatría o los apegos a lo material como valor primario, sí las cierra. ¡Bendecido martes! 

Padre Alfredo. 

P.D. El horario en donde estoy va 2 horas atrás del de México, en donde está la mayoría de quien lee mi pequeño granito de arena para orar. ¡Me encomiendo a todos para que quienes están haciendo los Ejercicios Espirituales saquen abundante provecho de lo que el Señor, bajo el cuidado de su Madre Santísima va dictando al corazón! Pidan también por este su pobre amigo pecador, para que no pierda tiempo y me deje conducir por el Espíritu y pueda dar pistas para orar.

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