viernes, 26 de julio de 2019

«Santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cuando los mandamientos se viven con amor, sabiendo que Dios nos los ha dado para que seamos felices, se ven «más deseables que el oro y las piedras preciosas y más dulces que la miel de un panal que gotea» dice hoy el salmista (Sal 18 [19]). Mediante este salmo, entramos en contacto con el alma de Israel, aferrada a la ley divina (la Torah) mediante un amor ardiente y sincero. Para todo judío fervoroso, la ley, lejos de ser una traba minuciosa, una regla legalista y formalista —como lo era para muchos fariseos—, es un verdadero «don de Dios». Por eso el salmista recalca hoy con sus propias palabras que, al revelar al hombre la ley de su ser, Dios hace Alianza con él, para ayudarlo en sus comportamientos vitales: «En los mandamientos de Dios hay rectitud y alegría para el corazón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino». En el don de la ley hay algo así como la alegría de las nupcias, ¡es un misterio nupcial! La letanía de cualidades atribuidas a la ley, que desarrolla el escritor sagrado en este salmo, recuerda las cualidades que se dan los enamorados. La mitad de estas cualidades es objetiva, pues definen la ley en sí misma: es perfecta... segura... recta... límpida... pura... justa... Hoy celebramos en la Iglesia la dicha de un matrimonio judío que, viviendo profundamente la ley, es decir, cumpliendo con alegría los mandatos del Señor, recibe un don imponderable: ser los papás de la Santísima Virgen María. Ambos santos, llamados patronos de los abuelos, fueron personas de profunda fe y confianza en Dios que plasmaban los mandamientos en sus vidas educando en el camino de la fe a su hija María, alimentando en ella el amor hacia el Creador y preparándola para su misión escuchando la Palabra. 

El Papa Emérito, Benedicto XVI, un 26 de julio en 2009, resaltó —a través de las figuras de San Joaquín y Santa Ana—, la importancia del rol educativo de los abuelos, que en la familia «son depositarios y con frecuencia testimonio de los valores fundamentales de la vida». Por su parte, en el 2013, cuando el Papa Francisco se encontraba en Río de Janeiro por la Jornada Mundial de la Juventud y coincidiendo su estadía con esta fecha, destacó que «los santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido la fe y el amor de Dios, en el calor de la familia, hasta María que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo, nos los ha dado a nosotros. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!». Es poco lo que sabemos de Joaquín y Ana, es más bien la tradición y algunos escritos antiguos quienes nos hablan de ellos. A la luz de sus vidas, que seguramente fueron tan sencillas y ordinarias como las nuestras, Cristo nos pide que seamos sencillos y sinceros cumpliendo los mandamientos como lo hicieron sus abuelos. San Juan Damasceno afirma que los conocemos por sus frutos: «La bienaventurada Virgen María», ella es el gran fruto que dieron a la humanidad, por eso hoy termino mi reflexión con una oración dirigida a ellos: 

«Insigne y glorioso patriarca San Joaquín y bondadosísima Santa Ana, ¡cuánto es mi gozo al considerar que fueron escogidos entre todos los santos de Dios para dar cumplimiento divino y enriquecer al mundo con la gran Madre de Dios, María Santísima! Por tan singular privilegio, han llegado a tener la mayor influencia sobre ambos, Madre e Hijo, para conseguirnos las gracias que más necesitamos. Con gran confianza recurro a su protección poderosa y les encomiendo todas mis necesidades espirituales y materiales y las de mi familia. Especialmente la gracia particular que confío a su solicitud y vivamente deseo obtener por su intercesión. Como ustedes fueron ejemplo perfecto de vida interior, obténgame el don de la más sincera oración. Que yo nunca ponga mi corazón en los bienes pasajeros de esta vida. Denme vivo y constante amor a Jesús y a María. Obténganme también una devoción sincera y obediencia a la Santa Iglesia y al Papa que la gobierna para que yo viva y muera con fe, esperanza y perfecta caridad. Que yo siempre invoque los santos Nombres de Jesús y de María, y así me salve. Amén» ¡Bendecido viernes acompañados de San Joaquín y Santa Ana! 

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario