domingo, 21 de julio de 2019

«Acción y contemplación»... Un pequeño pensamiento para hoy


El día de hoy tenemos como salmo responsorial, algunos fragmentos del salmo 14 [15] (vv. 2-3ab.3cd-4ab.5) que nos ayudan a ver, como afirma el responsorio, «Quién será grato a los ojos del Señor». El contexto de este salmo, es el atrio del Templo; seguramente nos habla de una persona que en la peregrinación anual que hacían los judíos, se encuentra a la entrada del Templo donde está el tabernáculo, que era un lugar donde el hombre podía encontrarse con Dios a través del servicio de los sacerdotes y el sacrificio, el anhelo del salmista, de habitar en el tabernáculo era, en realidad, el deseo de habitar en la presencia de Dios. El autor sagrado, que en este caso pudo haber sido muy probablemente el rey David, tiene en mente la vida que se puede vivir en la presencia de Dios; quien camina en cercano compañerismo con el Señor, tiene el corazón, la mente, y la vida alineados con el corazón, la mente y la vida del mismo Dios. Este salmo, con las lecturas para este domingo (Gen 18,1-10; Col 1,24-28 y Lc 10,38-42) nos ayuda a centrar nuestra meditación de este domingo en una cuestión muy importante: para vivir en la presencia de Dios necesitamos ser «contemplativos en la acción» y «activos en la contemplación». 

La beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento decía, entre tantos consejos que solía dar a los miembros de la familia misionera por ella fundada, así que hoy, la dejaré hablar a ella sobre el tema: «Nosotros somos misioneros de acción, pero no olvidemos que esta acción debe arraigar en la oración, en la contemplación» (Carta colectiva de septiembre de 1978)... «En saber aunar la contemplación y la acción, ha consistido el mérito que admiramos en los santos, como en San Pablo, San Francisco, San Ignacio de Loyola, San Francisco Xavier, Santa Teresa de Jesús, San Vicente de Paúl e innumerables otros más» (La Lira del Corazón)... «Jamás olvidemos que sólo Dios con su gracia llega a las almas y las mueve, por lo tanto que no se reduzca el apostolado nunca a la acción y a los medios empleados, son necesarias siempre la oración y la unión con Dios; nosotros no pasamos de ser meros instrumentos que Él se dignó utilizar» (Convocatoria al Capítulo General Especial en marzo 25 de 1968)... «La contemplación te sostiene y te ayuda en la acción; y ésta te llevará continuamente a aquella» (Lira del Corazón)... «Vocación misionera: Esa vocación que debe aunar a la contemplación la vida de apostolado. Es así como la vivimos, como tratamos al menos de vivirla» (Crónica de un viaje a Europa en 1958). 

A la luz de la liturgia del día de hoy aparece clara la finalidad de nuestra vida. Hay una sola cosa necesaria: «ser gratos a los ojos de Dios». La vida activa y la vida contemplativa no se contraponen. La cuestión es no organizar el mundo a partir de nosotros mismos sino escuchar con atención la Palabra de Dios que nos llama a una vida de un «santo equilibrio». Para el cristiano es completamente necesario ponerse a los pies de Jesús y escuchar con calma su Palabra pero es importante también actuar recordando que, sin ser del mundo, estamos en el mundo para transformarlo y llevarlo a metas altas de santidad. La Palabra proclamada y escuchada en cada Misa es ya el primer encuentro con Cristo realmente presente, pero saber ser discípulos de Jesús es también seguir en actitud de escucha en toda la vida, incluso fuera de la celebración en los espacios de tiempo y lugar para la acción. La oración del cristiano empieza, no con palabras nuestras, sino sabiendo escuchar la Palabra de Cristo para luego ser enviados. El cristiano ha de cultivar tanto el amor a Dios como también el amor al prójimo. La liturgia de este domingo nos recuerda que las dos dimensiones tienen que unirse y complementarse. Vivamos el domingo y pidamos a la Santísima Virgen María, Madre de la escucha y del servicio, que nos enseñe a meditar en nuestro corazón la Palabra de su Hijo, a rezar con fidelidad, para estar siempre más atentos en acciones concretas a las necesidades de los hermanos. ¡Bendecido domingo! 

Padre Alfredo.

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