lunes, 29 de julio de 2019

«Hna. Dolores Guadalupe Zepeda»... Vidas consagradas que dejan las huellas de Cristo XXVIII

Ayer domingo, mientras en casa nos preparábamos para ir a le celebración de la Santa Misa luego de la cual depositaríamos las cenizas de mi padre en el nicho familiar en la parroquia del Espíritu Santo, era llamada a la Casa del Padre, a la una de la tarde con cinco minutos, la hermana Dolores Guadalupe Zepeda Aguilar, en la Casa del Tesoro, allá en la Perla Tapatía en donde no hace mucho tiempo la vi con el entusiasmo que la caracterizaba a pesar de la enfermedad y del peso de los años.

La Hermana Lupita nació allí mismo, en Guadalajara, el 19 de marzo de 1931. Ingresó a la Congregación de nuestras hermanas Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en el año de 1954, siendo admitida por la beata María Inés Teresa Arias, fundadora de nuestra familia misionera. Por cierto, Lupita tuvo la dicha de que ella, nuestra madre fundadora, presidiera todas sus ceremonias religiosas en la Casa Madre: el noviciado el 11 de febrero de 1955, su profesión temporal el 9 de febrero de 1957, y sus votos perpetuos el 5 de febrero de 1962.

Al terminar su noviciado y antes de sus votos perpetuos, la hermana Dolores Guadalupe estudió la Normal en Monterrey, Nuevo León de 1955 a 1961, para ser trasladada, en ese mismo año, primero a la casa de Uvalde y posteriormente a la comunidad de San Antonio en Texas, para estudiar el inglés. 

En 1962 fue enviada a la misión de Sierra Leona, en Lunsar, donde estuvo hasta 1979, año en que regresó a la Casa Del Valle para prepararse más para la misión estudiando la licenciatura en Psicología Educativa. Recuerdo que allí fue donde conocí a la hermana Lupita, en esa comunidad del Scifi en Ciudad de México, ese colegio a cargo de nuestras hermanas que lleva por nombre el apellido de Santa Clara de Asís y que me trae muchos recuerdos de cuando yo era un joven seminarista. Esa casa era, en aquellos años, el paso de miembros de nuestra Familia Inesiana que conectábamos en México en las centrales camioneras o en el aeropuerto para ir y venir de las misiones. Ella no se cansaba de hablarnos de su querida misión y de con eso entusiasmarnos para ir.

En el año de 1982 regresó a Sierra Leona como superiora de la comunidad de Lunsar regresando de allá en 1992  la comunidad del Scifi, y nuevamente el Señor le concedió retornar a la misión de Sierra Leona hasta 1995, cuando por la situación de conflictos internos que vivía el país, las hermanas se vieron forzadas a salir. Así, la hermana Dolores Guadalupe regresó a México a esa misma comunidad educativa en la que su espíritu misionero entusiasmaba a los alumnos de todos los grados y de paso a quienes por alguna razón llegábamos a esa querida comunidad. Ella había sido de las primeras en llegar a Sierra Leona. Allá educó a varias generaciones de jóvenes sierraleoneses, hasta que tuvo que dejar el país a causa de la guerra que causó tantos conflictos. Ella, junto con otras siete hermanas Misioneras Clarisas y dos voluntarios, fue secuestrada por los rebeldes el 23 de diciembre de 1994.

Era un encanto escucharla, pues a pesar de haber dejado esta misión hace muchos años, la gente , allá en África, cuando escuchaba hablar de ella, recordaba su sonrisa y su conversación que siempre les llevaba a pensar en Dios. Al igual que en África, especialmente los adolescentes y los jóvenes gozaban platicando con ella, compartiendo alegremente los ratos de recreo. Como maestra, fue muy querida por sus alumnos en Sierra Leona y en México, pero también fue muy apreciada por los padres de familia, ya que era muy humana, siempre amable y con una gran capacidad de escucha.

En el año 2007, la hermana Lupita recibió su último cambio a la Casa del Tesoro en Guadalajara. En donde ya con el peso de los años siguió siendo la misma, muy respetuosa, gentil, delicada, fina, educada y afable en su trato, siempre muy religiosa, cándida, alegre, y disfrutando mucho su vida de comunidad. Sus fuerzas iban minando pero su alma se mantenía fuerte, un alma pacífica y pacificadora que sabía ocultar sus sufrimientos detrás de una sonrisa franca, con una forma muy espontánea de ver el lado amable y simpático a las situaciones que le ocurrían, y que compartía con los demás, haciendo amenas las conversaciones.

En el año de 1994, la habían tenido que operar debido a una insuficiencia cardiaca. Le realizaron un recambio valvular mitral y aórtico y le colocaron un marcapasos definitivo que, en la gran misericordia de Dios y gracias a la pericia de los doctores, recobró fuerzas y siguió aquí en este mundo por varios años más. Siempre se mantuvo muy fuerte, ofreciendo dentro sus limitaciones lo que el Señor le iba pidiendo.

El día de ayer, según nos cuentan nuestras hermanas, la hermana Dolores Guadalupe desayunó con la comunidad, la llevaron a su cuarto, y estando las hermanas en misa de once de la mañana, casi al término de la Eucaristía, comenzó a sentirse mal. Las hermanas enfermeras fueron a atenderla con gran caridad y prontitud, junto con algunos doctores que providencialmente estaban en la casa. Ellos, con mucha amabilidad, fueron dando indicaciones, pues se trataba de un infarto agudo al miocardio. Durante estos minutos, poco a poco la comunidad se fue reuniendo con ella y allí recibió la Unción de los Enfermos y la Absolución General. Poco a poco su salud se fue agravando hasta entregar su alma al Señor.

Descanse en paz ésta gran misionera, la hermana Dolores Guadalupe Zepeda Aguilar.

Padre Alfredo.

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