viernes, 12 de julio de 2019

«Mi padre don Alfredo Delgado ha sido llamado por el Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Escribo de camino a Ciudad de México. Mi padre falleció hace unas 2 horas. Agradezco a todos sus oraciones y su compañía durante el tiempo de su repentina enfermedad en el doloroso Viacrucis que lo llevó a entregar la vida. No tengo cabeza para organizar las ideas y escribiré como pueda para compartir algo de lo mucho que Don Alfredo Leonel Delgado Laurel me hace pensar. Primero que nada debo decir que en este autobús en el que todo rebota, mi corazón está sereno y agradecido con Nuestro Señor por el padre maravilloso que nos engendró a Lalo mi hermano y a mí, fruto de su matrimonio de 59 años con mi mamá luego de 6 años de novios. Mis padres formaron un matrimonio tan sólido, que fue ejemplo para muchos. ¡No podría contar el número de ahijados que mi padre tiene! A todos, estoy seguro, los seguirá acompañado desde el cielo. Su enfermedad comenzó con tres caídas justo en Semana Santa, por eso se que fue un Viacrucis que seguramente ha salvado muchas almas. Estos últimos días se agravó mucho, sabíamos que papá cargaba su Cruz acercándose más y más al Calvario, sin embargo los doctores —a quienes no tenemos con que pagar sus atenciones llenas de una exquisita caridad— nos daban esperanzas de más días de vida. 

Este año litúrgico —desde el primer domingo de Adviento— me he adentrado en la reflexión del salmo responsorial de cada día y he visto toda la vida del hombre está recogida en los salmos. En ellos el hombre agradecido y contemplativo canta a Dios por las cosas más sencillas, puntuales y visibles: por los ríos donde beben las fieras del campo, por las hierbas que alimentan a los ganados, por el vino que alegra el corazón del hombre y el aceite que da brillo a su rostro. Todavía hace una semana rezaba Laudes con papá en el hospital. Leyendo, estudiando y meditando los salmos, uno se da cuenta de que el discípulo–misionero de Cristo, a la luz de estos escritos veterotestamentarios, es dichoso y feliz cuando sigue los caminos del Señor y cumple sus mandatos. Uno ve con certeza que el hombre de fe es dichoso porque sabe que Dios cuida del pobre y desvalido. Los autores sagrados de los salmos, inspirados por Dios, nos revelan que el hombre siente una gran felicidad de haber sido creado por Dios para amar a su imagen y semejanza y por eso bendice al Señor. En los salmos descubrimos que Dios es rico en misericordia, ternura y bondad; que Él no piensa como los hombres; que no guarda rencor ni recuerda los pecados del hombre. Dios no puede olvidar «la vida de su tórtola», tampoco puede abandonarla. En este amanecer y de camino al aeropuerto para tomar el vuelo a Monterrey y estar al lado de mi madre y de mi querido hermano, me topo con el salmo responsorial de hoy, que es el 36 [37], un salmo que me invita a confiar en Dios, a poner la esperanza en Él que es justo. Este salmo, en estos momentos de mi vida, en voy casi solo en este autobús, se muestra a mis ojos y a mi corazón como un desafío para mirar a Dios y obedecer a él en vez de mirar a otro lado y ponerme triste: «Pon tu esperanza en Dios, practica el bien y vivirás tranquilo en esta tierra.» Y ¡qué promesa! La he visto cumplida en mi padre. 

Si sintonizamos con la voluntad de Dios, Él se encargará de todo, porque Dios ama a cada uno y no lo abandona a su suerte, todas las cruces esconden el germen de la resurrección y el amor que no puede ser derrotado. También en el Evangelio de hoy (Mt 10,16-23) el Señor nos invita a confiar en el Padre Misericordioso para vivir con los ojos abiertos, para distinguir el bien del mal, para no dejarnos embaucar y para no confundir la palabra de Dios con las muchas palabras vanas que inundan nuestro paso por este mundo cada día. Es la virtud de los inteligentes, de los que no se contentan con las apariencias, sino que han aprendido a confiar. Y es que la confianza es patrimonio de los humildes y buenos, de los que no enmascaran la verdad, de los que practican la justicia y tienen un corazón limpio para entender las cosas de Dios. Puedo decir que el salmista ha llegado en el momento justo para agradecer los dones que el Señor concedió a mi padre en su paso por este mundo en su larga vida de 85 años. Recurro a María, la mujer más confiada en Dios, la Madre de todo viviente y pienso... ¡papá no ha muerto, sólo duerme el sueño de los justos en el cielo que él ya desde hace días anhelaba esperando el día en que nos volveremos a reunir! Gracias a todos por sus condolencias que he empezado a ver en mi descompuesto teléfono que se traba, que abre aplicaciones sin ton ni son, que se apaga y, desde allí, me es imposible responder a cada uno, a cada una. Gracias, gracias mil en nombre de mi madre Blanca Margarita Rangel Montoya, de mi hermano Eduardo Antonio, de Gloria (Yoyina) mi cuñada, de Anahí mi sobrina mayor, de mi sobrina Irina y su esposo mi sobrino Pablo, de mi sobrina Ileana y su hija Bárbara, mi sobrina nieta. ¡Bendecido viernes y sigo encomendando a mi papá que ha dejado este mundo para volar al cielo que a todos nos espera! 

Padre Alfredo.

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