martes, 9 de julio de 2019

«La niña de los ojos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cada día de los que han transcurrido de este año litúrgico 2018-2019, he hecho mi meditación personal con el uso del «Salmo responsorial» de cada día y el fruto de ello lo he ido compartiendo en «Un pequeño pensamiento para hoy». No me canso de ir descubriendo cada día la riqueza inmensa de estas joyas líricas de la cultura hebrea que son un verdadero tesoro de la humanidad. En cada salmo el autor sagrado se trasciende y se siente interlocutor de Dios en una serie de cánticos y oraciones profundamente antropológicas, humanas, que, como si nacieran de las mismas entrañas del ser humano se han convertido en semillas de Dios sembradas en el corazón del hombre. Hoy la liturgia nos deja el salmo 16 [17], una especie de oración de súplica humilde de un inocente que se sabe perseguido injustamente. «Mis labios no mienten —dice el salmista—. Júzgame tú, Señor, pues tus ojos miran al que es honrado. Examina mi corazón, revísalo de noche, pruébame a fuego y no hallarás malicia en mi». 

Este salmo es la confesión del hombre creyente que se acerca a Dios y le suplica para que le libere de todo peligro: «...a mi clamor atiende; presta oídos a mi súplica», pero no sólo se acerca el autor a Dios con actitud de humildad, sino que también se presenta con un espíritu familiar: «Protégeme, Señor, como a las niñas de tus ojos, bajo la sombra de tus alas escóndeme». La liturgia pone hoy el salmo completo, pues no es muy grande, y deja que en estos versos, se respire la humildad y la confianza familiar ante el Dios cercano, el Padre que oye a sus hijos. La expresión «niña de tus ojos» que coloquialmente utilizamos y que proviene de el uso de esta expresión en el Antiguo Testamento, no se refiere literalmente a una niña, sino a la pupila del ojo. En hebreo la palabra utilizada se refiere a la imagen de uno mismo reflejada en la pupila cuando uno se acerca. Aquí el salmista, con ese tono coloquial, esta diciéndole a Dios que lo cuide como cuidaría la pupila de sus propios ojos. Ya en el libro del Deuteronomio se había utilizado esta expresión: «Lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del yermo. Lo protegió y lo cuidó; lo guardó como a la niña de sus ojos». (Dt 32,10) y en el libro de los Proverbios: «Cumple con mis mandatos, y vivirás; cuida mis enseñanzas como a la niña de tus ojos». (Pro 7,2). 

En Jesucristo, Dios nos cuida «como a la niña de sus ojos». En el Evangelio del día de hoy (Mt 9, 32-38) esto queda más que manifiesto. Toda la actividad de Jesús para cuidar de nosotros queda resumida en este texto. Él combina la enseñanza del verdadero sentido del las Escrituras en la sinagoga, con la proclamación de la venida del Reinado de Dios a los pobres y la acción efectiva en favor de los marginados, enfermos y endemoniados. Su actividad nace de su de un sentimiento de compasión ante el pueblo abandonado, confundido y explotado. Pueblo que tenía rostro concreto en los endemoniados, los ciegos, las mujeres proscritas, y que andaba «como ovejas sin pastor». Jesús tenía los mismos sentimientos que su Padre misericordioso. Por eso se conmovía ante la gente cansada, decaída, que llevaba en su rostro el signo de la desesperación. Su respuesta ante esta urgencia nace, pues, de un sentimiento hondo y va dirigida a responder a las expectativas de este pueblo. Acorde a la voluntad de su Padre, pide que el pueblo ore para que tenga los pastores que cuiden de ellos «como a la niña de sus ojos» y forma una comunidad de discípulos. Ellos serán las manos, los pies y el cuerpo del Señor que cuida al pueblo y lo hacia mejores y más humanas situaciones A la vez, confía en que el Padre actúe oportunamente para que el pueblo no ande «como ovejas sin Pastor». En España se venera una imagen de la Santísima Virgen llamada «Divina Pastora de las Almas», es una advocación de la Virgen María representada como una pastora celestial. Surgió en Sevilla, España, a comienzos del siglo XVIII, y está presente en varios países. A ella, a la Madre de Dios pidámosle que nos dejemos cuidar por Dios y por ella «como a las niñas de sus ojos», que ella nos ayude a aprender la lección y nos de a todos la claridad de la mente para conocer y evitar el peligro, y la docilidad para dejarnos cuidar y apacentar por su Hijo Jesús. ¡Bendecido martes! 

Padre Alfredo.

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