Es ya inminente la llegada de la Semana Santa y hoy la lectura del libro de Daniel (Dm 3,14-20.49-50.91-92.95) nos hace que nos preguntemos cómo anda nuestra fe en Dios. El rey Nabucodonosor pretende ser adorado en una estatua de oro y quienes están exiliados en Babilonia y quieren ser fieles a Yahveh —entre ellos Sedrak, Mesak y Abednegó— toman la determinación de desobedecer al excéntrico monarca que les pregunta antes de echarlos a un horno encendido: «¿Y qué Dios podrá librarlos entonces de mis manos? A lo que ellos responden: «El Dios a quien servimos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos; y aunque no lo hiciera, sábete que de ningún modo serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro, que has mandado levantar». Y el Ángel de Yahveh los salvó provocando la admiración y el respeto de Nabucodonosor, que acabó alabando al Dios de Israel. Este relato pinta un panorama de muerte con la amenaza del horno, que nos hace pensar en el fuego que separará a buenos de los malos, a las ovejas de los cabritos. Los fieles serán, desde esta perspectiva, aquellos que en medio del fuego de las pruebas y persecuciones mantienen la confianza en Dios, que los hace libres. Los tres jóvenes son imagen del pueblo fiel que persevera en la alabanza, a pesar de las dificultades. La salvación de Dios está por encima de la condena humana, y el premio es la bendición y el amparo divino en la vida junto a Dios, tal como nos la promete Jesús con su resurrección.
Estos tres jóvenes que aparecen en la primera lectura de la Misa de hoy se convierten en símbolos de una actitud fiel que demuestra una fe profunda. Son tres jovencitos que poseen fortaleza y audacia, esa que todo discípulo–misionero de Cristo necesita hoy para vivir y defender la fe. Su actitud no se funda en palabras fáciles ni en conformismos sino en acciones arriesgadísimas que sólo una gran confianza y fe en Dios pueden mantener. Es emocionante ver la valentía, la lealtad y la generosidad de hombres y mujeres de fe que aún en medio de ataques directos, de burlas o calumnias que sufren por seguir a Cristo se mantienen fieles abrazando la cruz. A los cristianos de nuestro tiempo nos toca vivir en un sociedad pluralista y compleja. Es la nuestra e insertos en ella hemos de vivir los valores cristianos con valentía, los valores del Evangelio. Jesús nos pide que permanezcamos firmes y motivados por la fe en su Palabra (Jn 8,31-42).
Hoy, cuando ya quedan poquitos días para entrar en la Semana Mayor, el Señor nos pide que luchemos, como estos tres jóvenes. El Señor nos asegura que, si perseveramos en su palabra, conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres (cf. Jn 8,32). Mantenerse en la verdad no siempre es fácil, el horno encendido de los enemigos está siempre listo, pero, escuchando al Señor nos podemos mantener fieles. Los que oyen a Cristo con constancia, pueden transformarse en discípulos si esa palabra no entra por un oído y sale por el otro, sino permanece en el corazón. Estamos por terminar nuestra Cuaresma y esa palabra de Jesús ha resonado en nuestro corazón con fuerza cada uno de los días de este camino que hemos recorrido y que dentro de poco nos llevará a la Pascua. La Semana Santa que vamos a celebrar, nos ofrece el espacio ideal para una reflexión profunda. Un período que nos va a mostrar a un Cristo que se ofrece a nosotros; un Cristo que se hace obediente por nosotros; un Cristo que es la garantía del amor esponsal de Dios por su pueblo. Un Cristo que nos hace valientes y reclama de cada uno de nosotros el amor fiel, el amor de don total del corazón hecho obras, manifestado en un comportamiento realmente cristiano, aunque tengamos que navegar contra corriente. Las celebraciones del misterio pascual marcarán la raya que define si soy alguien que valientemente da testimonio de su fe. Que Dios, nuestro Padre, nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser valientes sin dar marcha atrás en nuestra fe en Cristo, a pesar de las pruebas por las que tengamos que pasar, sabiendo que, al final, Dios mismo será nuestra recompensa y herencia eterna. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
En lucha siempre por lejarme del horno del fuego,y por vivir siempre como un persona de fe apesar de los pesares Gracias pdre
ResponderEliminarExcelente historia de fe
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