jueves, 15 de marzo de 2018

María, Reina del Purgatorio...


Cuando la santísima Virgen María terminó su vida mortal y asunta al cielo entró triunfante al Paraíso, se convirtió inmediatamente en la Reina del Cielo, por la prerrogativa de su maternidad divina, siendo la primera delante de Dios y la primera por encima de todos los espíritus bienaventurados. Se recibe, al mismo tiempo, el título de Reina de la Tierra, debido a los honores merecidos y que siempre recibió, y las gracias y las gracias innombrables que no deja de derramar sobre sus devotos servidores.

Pero a estos títulos, los doctores de la Iglesia agregan un tercero del que poco se habla y en el que poco se le invoca: algunos de ellos la nombran Reina del Purgatorio, queriendo expresar mediante este nombre la autoridad soberana que posee en ese lugar de expiación y purificación. «La Bienaventurada Virgen —nos dice san Bernardino de Siena— extiende su realeza hasta sobre el Purgatorio, beata Virgo purgatorii dominium tenet», porque ahí también ejerce un poder sin límites para derramar innumerables beneficios sobre esas almas que son las de sus hijos que anhelan llegar al cielo. Ella es, pues, a la vez Reina de las almas triunfantes en el cielo y Reina de las almas sufrientes del Purgatorio. A ella bajo esta advocación, se le puede hacer esta breve oración:


Oh santísima Virgen María,
¡Reina del purgatorio!,
que enseñaste a los pastorcitos de Fátima
a rogar a Dios por las almas del purgatorio,
especialmente por las más abandonadas.
Encomendanos a la inagotable ternura
de tu maternal Corazón,
todas las almas que padecen
en aquel lugar de purificación,
en particular las de todos 
nuestros allegadosy familiares,
y las más abandonadas y necesitadas.
Amén.

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