lunes, 15 de enero de 2018

«Obedecer a Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


El tiempo vuela, y también en los relatos bíblicos, ya ha pasado el tiempo desde aquel día de la unción de Saúl como rey, luego de que le habían perdido aquellas burras y ahora lo que se le ha perdido, es su dignidad real, debido a la desobediencia que ha cometido (1 Sam 15,16-23). El rey, sintiéndose «muy, muy» se ha apartado de la voluntad de Dios y por su soberbia imperial, no lo quiere reconocer. Saúl busca mil y una explicaciones para justificar su conducta, pero el profeta Samuel le lanza unas preguntas llenas de claridad: «¿Por qué no has obedecido la voz del Señor? ¿Por qué te has quedado con el botín, haciendo lo que desagradaba al Señor?» «¿Crees tú que al Señor le agradan más los holocaustos y los sacrificios que la obediencia a las palabras?» y añade el profeta una afirmación válida hasta nuestros días: «La obediencia vale más que el sacrificio» (1 Sam 15,19). ¡Cómo nos podemos engañar a nosotros mismos!  Saúl no creía haber hecho nada malo.  Él había cumplido con el 90% de su misión, pero no reconoció que estaba desobedeciendo a Dios.

Hay un refrán popular que dice: «Más vale pedir perdón que pedir permiso».  Éste, ciertamente, no es un proverbio bíblico, pero parece que Saúl se lo creyó.  Él no obedeció al pie de la letra la orden de Dios, sino que decidió ser «creativo» y actuar a su manera.  Él pensó que su idea era mejor que la de Dios, y decidió implementarla, creyendo que si le ofrecía a Dios una parte del botín, calmaría la ira divina.  Pero las cosas con el Señor no son así. Lo peor del asunto no es que Saúl fuera, como digo, «creativo», sino que no reconocía lo malo que había hecho.  ¿Cómo puede haber arrepentimiento si uno no reconoce la falta que ha cometido?  «Arrepentirse» en hebreo es «Shuv», que significa: «regresar o volver».  Pero, si uno cree estar en el lugar correcto, ¿a dónde va a regresar?, ¿a dónde volver?  Saúl se había desviado, pero si él no lo reconocía, no podría cambiar. 

El acontecimiento nos deja una gran lección: A veces creemos que estamos haciendo grandes cosas por Dios, pero si eso no es lo que Él quiere, entonces la obra es de balde, ha perdido su sabor. Este es el vino nuevo en odres nuevos del que habla Cristo en el Evangelio (Mc 2,18-22). Jesús no podía entender la mentalidad de aquellos doctores de la ley, de esos teólogos fariseos porque hacían muchas cosas, pero al margen de lo que Dios quería. El estilo del Evangelio es un estilo que lleva la ley a la plenitud siempre en obediencia a la voluntad el Padre: es el vino nuevo, en odres nuevos. No olvidemos nunca que para un discípulo-misionero que quiere crecer en la fe y en la obediencia a nuestro Padre Dios, las prácticas religiosas de piedad como son los ayunos, los rezos, las peregrinaciones…, tienen el único objetivo de abrirnos a esa voluntad de Dios y llevarnos hasta Jesús, pues lo que nos salva es el encuentro personal con Él que fue siempre obediente al Padre. Si Jesús no llena nuestro corazón y nos hace obedientes al Padre como Él, de qué nos podrán servir tantas prácticas piadosas. Pidámosle a la Virgen María, que por amor al Padre fue siempre obediente y no contradijo nunca al Señor, que nos ayude a estar prontos a obedecer. San Agustín nos recuerda que la Madre de Dios, con su obediencia, remedió el daño que hizo Eva con su desobediencia. Y san Bernardino de Siena afirma que María fue como una rueda que giraba con prontitud ante cualquier inspiración divina. Que Ella interceda por nosotros, consiguiéndonos, por los méritos de su obediencia ser fieles en obedecer a la voluntad del Padre colocando el vino nuevo de nuestro ser y quehacer en odres nuevos de un constante «sí» a lo que Dios vaya pidiendo. ¡Feliz inicio de semana laboral y educativa, feliz lunes!

Padre Alfredo.

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