domingo, 28 de enero de 2018

«La oportunidad de amar sin fronteras»... Un pequeño pensamiento para hoy

Este domingo, en el libro del Deuteronomio, nos topamos con la figura de Moisés, ese hombre elegido por Dios para liberar a su pueblo y que, aunque sabía que Dios lo había elegido para ser guía e intérprete confiable de su voluntad, pues se reconocía a sí mismo como profeta, conocía perfectamente los riesgos que podía acarrear el hablar y actuar en nombre de Dios. La presencia de este texto del Antiguo Testamento como primera lectura en este Domingo, va ligada a la intención de san Marcos de presentarnos a Jesús como profeta, como enviado de Dios, en sus labios está la palabra de Dios, en sus hechos se nota el poder de Dios, porque él es Dios mismo. Jesús actuó como profeta porque dio la ley de la nueva alianza (Mt 5-7), alimentó a la gente como lo esperaban (Jn 6), se reunió con su Padre en una montaña (Mt 17) e intercedió por el pueblo de la nueva alianza (Jn 17). Desde tiempos inmemorables, Moisés hablaba al pueblo de una figura profética que liberaría de verdad al pueblo, como él mismo lo había liberado de Egipto.

Así, los primeros cristianos vieron en Jesús a ese profeta que hablaba con la autoridad propia del mismo Dios. Sus palabras tienen la fuerza creadora y sus acciones son liberadoras como las acciones del mismo Dios. En Cristo y en quien le sigue, esa acción liberadora deja a la persona en libertad de amar con un corazón que no pone fronteras. Es lo que san Pablo quiere recalcar (1Cor 7,32-35), y no como a veces se entiende, el no preocuparse por el prójimo con una visión de Dios que prescinde del amor al prójimo, porque eso sería idolatría. Creer que el tiempo dedicado a las personas es tiempo negado a Dios es una trampa y por eso Pablo lo aclara. Jesús libera, cuando habla y cuando actúa con el prójimo, como en el Evangelio de hoy, en el que libera a un hombre poseído por un espíritu inmundo al que Jesús obliga a salir con «autoridad». Jesús actúa siempre con autoridad. Digamos que esa es la primera cosa que la gente percibe en Jesús, que es alguien que se acerca a todos de forma muy diferente, no para cumplir caprichos o quedar bien, como puede ser el «esclavizarse» a alguien —como dice san Pablo—, Jesús actúa de forma diferente.

Jesús se acerca a todos a partir de su experiencia de Dios y de la vida. Su palabra tiene raíz en el corazón y por eso es una palabra «con autoridad» y no como muchas aparentes enseñanzas que, por el poder de los medios de comunicación o de la propaganda del comercio llegan a los oídos y al corazón de la gente seduciéndoles para que sea egoísta y se olvide de los demás. Mucha gente que ha caído en esa trampa, se esclaviza del consumismo, se deja oprimir por los préstamos de dinero y se enreda en su «ego» insondable. Mucho piensan que su vida no es como debería ser si no se ponen siempre en primer lugar y se libran de cualquier cosa que suene a compromiso. En medio de esta realidad que parece carcomer muchas almas, Jesús abre siempre un nuevo camino para que la gente llegue a ser pura. «Ama, y haz lo que quieras», decía san Agustín. La apariencia de este mundo se termina. Para el verdadero creyente, la brevedad de la vida temporal no significa sino la oportunidad de amar sin fronteras y llegar a esa salvación próxima y definitiva que Cristo Jesús nos ofrece. Basta ver la felicidad de María y dejarse envolver por su testimonio de adhesión a la voluntad del Padre que la invitó a amar así, al estilo del Hijo que llevaría dentro de ella nueve meses y que la animó presurosa a llegar a Isabel con un corazón puro que nada tiene que dar, sino solamente a Dios. ¡Feliz domingo vivido en familia!


Padre Alfredo

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