La primera es que los evangelistas nos dejan ver que el Señor es poderoso para sanar cualquier enfermedad, y transformar cualquiera que sea la situación. Jesús curó a la suegra de Pedro, y no solo a ella. Ese mismo día curó también a muchas. Sin importar la naturaleza de sus enfermedades, Jesús sanó a muchas personas, pero no a todas. Hay que recordar, como dije al inicio, que los milagros tenían la finalidad de mostrar la autoridad de Jesús como Hijo de Dios para que la gente creyera en él. Es decir, Jesús no sanó a todos los enfermos porque la enfermedad, en muchos casos, es sanadora del alma de las personas enfermas. Muchos santos y beatos han sufrido de enfermedades e incluso muerto a causa de ellas.
Por eso en segundo lugar, este pasaje evangélico nos muestra que los creyentes también se enferman. Pedro y su hermano Andrés eran dos de los apóstoles de Jesús. Sin embargo, la enfermedad llegó a su casa. Hay muchos ejemplos bíblicos de personas piadosas y temerosas de Dios que fueron afligidas por la enfermedad, entre los que podemos mencionar al profeta Eliseo, Tabita, el apóstol san Pablo, Epafrodito y Timoteo (2 Re 13,14; Hch 9,36-37; Flp 2,25-27; Gál 4,13; 1 Tim 5,23). Correspondamos rápidamente, como lo hizo la suegra de Pedro, sirviendo con alegría y prontitud a los hermanos. Que María santísima nos ayude. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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