El Evangelio de hoy (Mt 22,1-14) es sumamente interesante y muy iluminador para captar mejor esto. Dios está siempre en busca de todos para celebrar el banquete de las bodas eternas, pero muchos no responden, están despistados y son atraídos por un sin fin de intereses mundanos que los apartan de Él. La Iglesia, comunidad abigarrada, es una mezcla de toda clase de razas y de condiciones sociales, es un pueblo de puros y de santos, una gran cantidad de malos y de pecadores, es cizaña y buen grano... ¡Dios quiere salvar a todos los hombres. Dios nos invita a todos! Pero hay que llevar el «traje de boda» para no ser echado a las tinieblas de fuera.
Los que somos invitados a la fiesta del banquete -a la hora primera o a la undécima, es igual- debemos «revestirnos de Cristo» (Ga 3,27), «despojarnos del hombre viejo, con sus obras, y revestirnos del hombre nuevo» (Col 3,10). Necesitamos modificar nuestra mentalidad, tener un corazón humilde, sencillo, misericordioso. De lo contrario o nos comportamos como los primeros invitados o como el invitado que no llevó vestido de fiesta. Roguemos al Señor, por intercesión de la Virgen Santísima, que estemos bien preparados para participar aquí en la tierra en el banquete eucarístico y en el cielo en el banquete de las bodas eternas. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!
Padre Alfredo.
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