Jesús, en este pasaje, reafirma la indisolubilidad del matrimonio, recordando el plan de Dios: «ya no son dos, sino una sola carne: así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». Al mismo tiempo, negando el divorcio, Jesús restablece la dignidad de la mujer, que no puede ser tratada, como lo era en aquel tiempo, con esa visión tan machista e interesada. Cristo toma en serio la relación sexual, el matrimonio y la dignidad de la mujer. No con los planteamientos superficiales de su tiempo y de ahora, buscando meramente una satisfacción que puede ser pasajera.
Leyendo el pasaje completo, nos queda muy claro que Dios llama a cada uno a un estado de vida que debe ser siempre fecundo, portador de vida. Pero esta escena también hace mención de quien vive célibe y, quien permanece célibe por el Reino de los cielos, lo entrega todo para colaborar en el engendramiento de los hijos de Dios, por quienes velará y luchará como lo hacen los padres con sus hijos. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre que cuide de nuestra vocación específica y que proteja en especial a los matrimonios y consagrados jóvenes para que perseveren. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario