Dios ama a los hombres prioritariamente, y los ama y quiere introducirlos en su propia felicidad. Dios reparte sus beneficios a todos y llama sin parar. Dios tiene una generosidad y bondad que no está limitada por nuestros méritos, sino que da con largueza, sin calcular. Finalmente, Dios aparta a cualquiera que pretendiera tener derechos y privilegios impidiendo a los demás a aprovecharse. Todos tienen derecho a participar en la obra del Reino. Y este derecho no nace de nuestra generosidad, sino que es algo que Dios mismo ha dado.
Si Dios ha llamado a muchos a su obra, nosotros no somos quiénes para cerrar la puerta. Debemos reconocer la acción del Espíritu y permitir que en la comunidad todos participen por igual. ¿Hay muchas maneras de trabajar en la viña del Señor? Desde luego: la oración, el consejo acertado, la ayuda económica, el pertenecer a un grupo parroquial, etc. Hay que echarle un poco de imaginación, y seguro que encontraremos un apostolado que nos venga a la medida. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de ser agradecidos porque el Señor nos ha llamado a su viña. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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