sábado, 13 de agosto de 2022

«Dejar que los niños se acerquen a Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


El rito de la imposición de las manos y la bendición de los niños era común en la época y se ha transmitido hasta nuestros días. En los tiempos de Jesús entre nosotros lo hacían los padres, pero se pedía también la bendición de los rabinos famosos. Yo me acuerdo que recién llegado a Ciudad de México, algunas personas de la parroquia me pedían que «rezara el Evangelio a los niños», cosa que pregunté que qué significaba y los sacerdotes oriundos me decían que es una bendición que se da a los niños, pero la gente dice así: «rezarles el Evangelio».

En el Evangelio de hoy (Mt 19,13-15) acuden a Jesús alguna gente con sus niños, para que los bendiga, teniendo en cuenta la fama que el joven rabino de Galilea había adquirido con su enseñanza y los milagros que realizaba. A todo ello se unía la fama de Jesús como persona de oración. Era maestro de oración y, según nos dicen los evangelistas, acudía a ella con frecuencia (Mt 14,23). Para muchos rabinos y sus seguidores, los niños no eran considerados seres significativos en la sociedad y por eso los apóstoles regañaron a la gente que le acercó a Jesús sus niños. Jesús les hace ver que los niños tienen su lugar y su misión. Con esto incluye y privilegia dentro de la comunidad a los marginados, despreciados, desconocidos y excluidos de la convivencia humana. ¡De éstos es el Reino de los cielos!

La Iglesia en general y nuestras asambleas litúrgicas no deben excluir a nadie pues la Iglesia perdería su característica de católica, de universalidad de salvación. «Estos pequeños» están y deben estar al centro de la familia, de la Iglesia y de la sociedad. Se les debe respeto, justicia, cuidado y amor pues tienen dignidad como personas. Quien acoge a uno de estos pequeños acoge a Jesús. ¡Ay de aquél que le impida a los otros ir a Jesús! Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber dar su lugar a los niños que, de alguna manera, son el futuro de nuestras comunidades eclesiales. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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