Este año he tomado como punto de referencia el Evangelio de cada día en la liturgia de la palabra de la Misa diaria, y hoy me topo con un largo relato de san Mateo (Mt 25,14-30) en la conocida parábola de los talentos, que, en la traducción litúrgica para la Misa estos talentos pasan a ser llamados «millones» tal vez para que haya una mayor comprensión de los escuchas en la celebración. En la parábola, luego de leerla, nos damos cuenta de que el ser fiel en lo poco no es más que fiarse de Aquel que nos encomienda una tarea y arriesgar lo que nos da. En cambio, ser un empleado negligente y holgazán no es más que dejarse atrapar por el miedo, enterrar lo encargado y no poner en juego eso que Dios ha dado para que se multiplique.
Yo creo que hoy puede ser un buen momento para tomar conciencia en unos minutos de esta actitud en cada uno de nosotros. ¿Puedo decir algunos de los «talentos» —millones— que Dios me ha confiado o ni siquiera soy consciente de ellos?, ¿qué cosas concretas tendría que estar poniendo en juego y las estoy ocultando bajo tierra por miedo, por pereza, por no querer fracasar…?, ¿me creo de verdad que tanto bueno como yo tengo no es mérito mío sino más bien regalo de Dios para que lo haga crecer y viva agradecido por ello?… Que María santísima nos ayude a no enterrar lo talentos recibidos, sino a multiplicarlos y a ponerlos a disposición de los demás. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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