miércoles, 3 de agosto de 2022

«Una verdadera y auténtica inclusión»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de este miércoles (Mt 15,21-28) toca un tema de mucha actualidad, un tema del que mucha gente habla hoy, que es el de la «inclusión». Si se lee con detalle el pasaje, se puede ver a primera vista que sobre la mujer que aparece en el relato no sabemos casi nada. Sin embargo, el evangelista nos dice que era una mujer «cananea». Por lo tanto, desde el punto de vista judío, era una pagana, una mujer que no era ni de la raza ni de la religión de Jesús. Cualquier judío conocía la historia de Israel y los problemas que los cananeos les habían causado desde los días de Josué. Además, la ley judía separaba a los judíos de los gentiles. En el mismo templo se levantaba un gran muro para evitar que los gentiles entraran en los atrios de los judíos, avisando de la pena de muerte en el caso de que lo hicieran. 

Jesús quería aprovechar ese tiempo para meditar y para formar mejor a sus discípulos, por eso, de entrada, ante la súplica de la mujer, él se queda callado y deja que los discípulos insistan porque la mujer no deja de gritar pidiendo ayuda. Ese es el grito de tanta gente a la que hay que incluir en la Iglesia de puertas abiertas que nos pide el Papa Francisco. Ante la insistencia de los discípulos, Jesús atiende la súplica pero primero deja ver que los judíos se referían despectivamente a los gentiles como «perros» y él usa mejor un diminutivo, «perritos», seguramente en sentido cariñoso. Y así lo debió entender la mujer, porque no sólo no se sintió ofendida ni desechada por ello, sino que en la forma en que se lo dijo Jesús, encontró fuerzas para seguir haciendo su petición. En medio de todo esta situación, podemos apreciar la fe de esta mujer como una auténtica joya, de hecho, una joya casi única. Sin apenas evidencias, el concepto tan elevado que esta mujer tenía de la provisión de la gracia del Señor, nos deja admirados. 

Por esta narración de san Mateo sabemos que el Señor quedó maravillado ante semejante fe en una mujer gentil: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!»(Mt 15:28) Ella, a pesar de no ser judía, ni del círculo de Jesús, había captado correctamente el corazón de Dios que se abre con su misericordia para abrazar a todos los que se conviertan. Así que, si una mujer pagana usó el poco conocimiento que tenía del Señor con tantos resultados, ¿cuánto más se requiere de nosotros que hemos recibido privilegios mucho mayores? No dejemos que quienes están lejos del Señor se queden allí, abramos las puertas de nuestro corazón para incluir a todos en esta nuestra Iglesia Católica de puertas abiertas. La mujer cananea creyó en Jesús y en su poder milagroso, sin entender las Escrituras, y sin argumentos apologéticos. De hecho, en esto consiste la fe; en confiar que Jesús pueda hacer concretas en nuestro presente las promesas escatológicas de Dios que quiere salvarnos a todos. Pidamos la intercesión de María santísima para que la verdadera y auténtica «inclusión» se siga realizando en nuestra Iglesia de puertas abiertas. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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