lunes, 22 de marzo de 2021

«El que esté sin pecado que tire la primera piedra»... Un pensamiento para hoy


¡Cuántas Cuaresmas hemos vivido! ¡Cuántos llamados a la conversión! Cuántas veces hemos escuchado el «arrepiéntete y cree en el Evangelio» y, sin embargo, ¿dónde estamos en este camino? Creo que el Evangelio de hoy, que habla de la mujer adúltera (Jn 8,1-11), podría ser para cada uno de nosotros algo muy significativo, porque Jesucristo nos habla de cómo todos tenemos esa presencia, de una forma o de otra, del alejamiento de Dios: el pecado en nuestro corazón. Este episodio de la mujer adúltera, es un incidente en el cual Jesucristo se encuentra no tanto con la realidad del pecado, cuanto con la visión que el hombre tiene del propio pecado. Por una parte están los acusadores, los hombres que dicen: «Esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres». Por otra parte está la mujer que, evidentemente, también está en pecado.

Qué fuerte es el hecho de que Jesús se atreva a cuestionar la legitimidad que tienen todos esos hombres de castigar a esa mujer, cuando ellos mismos están viviendo en pecado. Sin embargo, todos ellos iban a convertirse en jueces y en ejecutores de una ley, pensando que actuaban con plena justicia, como si el pecado no estuviese en ellos. Y Jesús desenmascara, con la habilidad y sencillez que a Él le caracteriza en todo el Evangelio, la capacidad que tenemos los hombres en nuestro interior de torcer las cosas para creernos justos cuando no lo somos, cuando ni siquiera hemos rozado la capacidad de conversión que tenemos. De creernos limpios cuando, a lo mejor, ni siquiera hemos tocado un poco el misterio de nuestra auténtica conversión interior. Jesús nos llama, nos invita a atrevernos a sumergirnos en la realidad de nuestra conversión: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra». No dice que la mujer ha hecho bien, simplemente les pregunta si se han dado cuenta de cuál es la justicia, la santidad que hay en cada una de sus almas: primero dense cuenta de esto y luego pónganse a pensar si pueden tirarle piedras a alguien que está en pecado. En otra parte del Evangelio el Señor dirá «Antes de ver la paja del ojo ajeno, quita la viga que hay en el tuyo» (Lc 6,42).

Ante Jesús no caben falacias. Él es la verdad y conoce nuestra verdad. Dios es todo luz y en su luz lo contempla todo. Nosotros en cambio somos todos pecadores; y por eso mismo nadie debe condenar a otros con conciencia de que él es santo, justo, cumplidor del deber y de la ley. Quien denuncie, ha de hacerlo con amor y dolor; quien corrige, ha de hacerlo con pudor, y ha de procurar que se vaya borrando en sí mismo toda especie de injusticia o maldad. Sólo quien actúe desde la verdad, la justicia y el amor, será bendecido por Dios. Me encontré por allí una oración que me gustó y que creo nos viene muy bien meditar en esta reflexión para terminar: «Señor, tú nos has dicho que amemos y no odiemos, que seamos justos y no traicionemos, que seamos sinceros y no hipócritas, que confesemos nuestras debilidades y no finjamos ser justos; acompáñanos en la revisión de nuestra vida y haznos fieles imitadores de Jesús amor, verdad, justicia, prudencia, misericordia. Amén.» Con estas palabras y pensando en la pureza de María les invito a seguir caminando hacia la Pascua. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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