miércoles, 3 de marzo de 2021

«El privilegio de seguir a Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el Evangelio de hoy (Mt 20,17-28), Jesús anuncia a los suyos su Pasión. Será escarnecido, flagelado, crucificado. El misterio pascual de Jesús es el cumplimiento decisivo de su misión en el mundo. Jesús no anuncia tan solo su muerte, sino también su resurrección, tiene que decir un secreto, que no puede confiar más que a los más íntimos, por eso los toma «aparte». El Hijo del hombre ha de ser entregado, condenado, escarnecido, azotado, crucificado... Jesús sabe, detalladamente, lo que le espera. Decidido, tranquilo, libre, sube hacia Jerusalén con sus seguidores más cercanos, más íntimos. Este anuncio es sorprendente, aunque los Doce poco entienden al respecto, sus intereses están desviados quizá por ver el éxito de las curaciones y de los milagros de Jesús. Dos de ellos han «engatusado» a su madre para que pida puestos especiales, lugares importantes para ellos junto a Jesús en su Reino. Esta madre no sabía lo que pedía. Estar con Jesús, a su derecha y a su izquierda, es hacerse «esclavo» como Él, es «servir» a los demás, es «dar su vida en rescate o redención de otros», pero tanto ella, como sus hijos no lo comprendían, y, a decir verdad, los otros diez Apóstoles tampoco. Los criterios de aquellos Doce eran exactamente los criterios de este mundo: el poder, el prestigio, el éxito humano. Mientras que los de Cristo son la entrega de sí mismos, ser servidores de los demás, no precisamente buscando los puestos de honor.

Los seguidores de Jesús de aquel tiempo eran también el producto de la realidad cultural de su época. Ellos estaban convencidos de que el mesianismo de Jesús era la inauguración de un tiempo de fortalecimiento político y militar, y no habían entendido que el mesianismo de Jesús iba más bien por el servicio y la entrega al hermano, dando incluso la vida si fuera necesario. Eso seguramente le platicarían a los demás y por eso fue fácil hacer que la madre de los Zebedeos le pidiera a Jesús que otorgara puestos preeminentes a sus hijos en el «Reino» que Jesús iba a iniciar. Ella estaba imaginando el Reino al estilo del reino de David del que tanto habían escuchado. Pero el Reino de Dios del que Jesús hablaba era contrario a todas las estructuras de poder y de muerte que existían. Jesús se ve precisado a enseñar a los Doce y a los demás seguidores que es necesario cambiar los esquemas simbólicos mentales para abrir paso al Espíritu de Dios para que sea Él quien vivifique la comunidad del Resucitado, y sea posible una organización nueva de la sociedad por la que todos sean hermanos entre sí, ya que el Padre es común, es el mismo para todos. Esa nueva organización de la sociedad no se va a poder hacer sino con un «nuevo espíritu»: un espíritu que no busca la grandeza en ser el primero, en explotar y oprimir a los demás, sino en ser el servidor de todos. Todo esto Jesús no lo predicaría sólo ni principalmente con su palabra, sino con su vida y sus hechos.

¿Y qué nos dice todo esto a nosotros? A un cristiano le puede parecer que en medio de este mundo es mejor contemporizar y seguir las mismas consignas que todos, en busca del bienestar personal. Pero el camino de la Pascua es camino de vida nueva, de renuncia al mal, de imitación de un Cristo que se entrega totalmente, que nos enseña a no buscar los primeros puestos, sino a ser los servidores de los demás, cosa que en este mundo parece ridícula. Aquellos Apóstoles de Jesús que en esta ocasión no habían entendido nada, entre ellos Pedro, madurarán después y no sólo darán valiente testimonio de Jesús a pesar de las persecuciones y las cárceles, sino que todos morirán mártires, entregando su vida por el Maestro. Por eso es bueno hacernos una pregunta: ¿Nos está ayudando la Cuaresma de este año en el camino de imitación de Jesús en su camino a la cruz? En la noche de la Vigilia Pascual, la Iglesia hace dos preguntas claves: «¿renuncian al mal?... ¿creen en Dios... en Cristo?». Por eso este es el tiempo propicio para hacer tomar la determinación de seguir a Cristo como Él quiere, compartiendo su camino para pasar de la cruz a la luz. Que la Virgen siga caminando con nosotros en estos días de Cuaresma hacia la Pascua. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo. 

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