viernes, 1 de enero de 2021

«María, Madre de Dios y el año nuevo» Un pequeño pensamiento para hoy


Empezamos este año 2021 con una fiesta hermosa que se celebra siempre el primer día del año, la solemnidad de Santa María, Madre de Dios; una fiesta que cierra la Octava de Navidad, pero, todavía seguiremos viviendo la Navidad. Celebramos el Nacimiento de Cristo. Nuestra atención está centrada en él, también hoy que recordamos a su Madre. El se llama Jesús, que significa: Dios-salva. Y es él el que ilumina nuestra existencia entera y nos ofrece la salvación de Dios. En él y sólo en él está nuestra esperanza para este año que vamos iniciando y que no pinta muy diferente de los últimos meses del año que acabamos de concluir en medio de una situación tan adversa y calamitosa para la humanidad con esta pandemia que parece quererse instalar. Este año tiene que ser de esperanza, de esperanza en que la vacuna llegue a todos y que se encuentre una cura a la enfermedad. ¡Estamos en manos de Dios! Este inicio del año será crucial para adaptar nuestros planes de manera que con nuestras actitudes y acciones, ayudemos a reducir la propagación de la Covid-19 y minimicemos el riesgo para nuestra familia, nuestros amigos y la comunidad social y eclesial.

La presencia de la Virgen María hace aún más esperanzador el inicio de este año, porque ella, María de Nazaret, la humilde muchacha de pueblo, fue elegida de Dios para traer a este mundo al Salvador y ella es la esperanza nuestra al traernos a Cristo. Y hoy, uno de enero, cuando también se celebra la jornada mundial de la paz, los discípulos–misioneros de Cristo le dedicamos una de las fiestas más solemnes del año para recordar y celebrar su Maternidad. Ciertamente que en este tiempo tan difícil, celebrar esta fiesta es celebrarla así, como la Madre de la Esperanza. Y que está plenamente centrado en el espíritu de estas fiestas navideñas. La celebramos a ella, nuestra mejor maestra en la celebración de la Navidad. María, la Madre, la que dio a luz a Jesús. La que se alegró íntimamente de la presencia de los pastores y de las palabras que decían (Lc 2,16-21). La que le llevó al templo. La que junto con José su esposo, y siguiendo la indicación del ángel, le puso el nombre de Jesús. La que «meditaba todas estas cosas» que pasaban a su Hijo, «guardándolas en su corazón» Así empezamos el año con una fe renovada en Jesús, como Dios Salvador. Y a la vez con un recuerdo filial hacia su Madre y Madre nuestra. Para nosotros, hombres y mujeres de fe, este primer día del 2021 da origen al calendario y a la esperanza, está presente esta mujer singular que saludamos y veneramos como Santa María, Madre de Dios. 

El Señor que decidió hacerse hombre entre los hombres, quiso hacerlo a nuestro estilo, naciendo de mujer, como subraya san Pablo en sus escritos (Gal 4,4), para elevar a una criatura al rango de Madre de Dios. Por eso, por habernos dado como fruto de su vientre a Jesús, Hijo de Dios, todos los hombres hemos sido encumbrados con la categoría de hijos de Dios por María. De suerte que ella es también Madre nuestra. Y recordando la jornada mundial de la paz, hemos de considerar que María, la Madre de Dios y Madre nuestra es reina de la paz, porque la paz es el Hijo de sus entrañas y paz es su maternidad sobre el género humano. Reina de la paz es la última de las advocaciones con que la festejamos, tras el rosario, en una inacabable letanía de invocaciones. Sigamos viviendo la Navidad y no nos quedemos simplemente en la corteza, en la periferia, en puros sentimentalismos estériles... María, la Madre de Dios, nos lo enseña. Como los pastores, nosotros también vayamos al encuentro del Divino Niño, vayamos a encontrarlo con María y José. Les deseo un 2021 lleno de esperanza. ¡Bendecido viernes y FELIZ AÑO NUEVO!

Padre Alfredo.

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