sábado, 2 de enero de 2021

«Voz que grita la Buena Nueva»... Un pequeño pensamiento para hoy

En el Evangelio de hoy (Jn 1,19-28) leemos el testimonio que Juan Bautista da de Jesús, siguiendo con la lectura del primer capítulo de Juan, pues hemos leído ya el prólogo de este. El Bautista, a quien escuchamos en el Adviento invitándonos a preparar los caminos del Señor, ahora lo señala ya presente en medio de Israel. Con toda honradez da testimonio de que él, Juan, no es el Mesías: «yo no soy» exclama. «Yo soy la voz que grita. Al que viene detrás de mí yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia». La Palabra es Jesús: Juan sólo es la voz. La luz es Cristo: Juan sólo es el reflejo de esa luz y anuncia a Cristo: «en medio de ustedes hay uno que no conocen, que existía antes que yo». Si nosotros imitamos la condición de Juan, siendo también nosotros la voz de Jesús, la Navidad continúa dentro de nosotros, y no sólo se queda en el calendario y cambiará el color de todo el año. El evangelista nos dice que Juan dio su testimonio sobre Jesús a quienes lo interrogaron. Nos está diciendo con ello que también nosotros debemos dar hoy, nuestro testimonio. No sólo con palabras, siempre necesarias, sino con nuestras actitudes cristianas, nuestro compromiso concreto, nuestra vivencia de fe como discípulos–misioneros de Cristo.

Juan el Bautista, en este ambiente de Navidad y en estos tiempos difíciles por la contingencia sanitaria, nos da un testimonio de esfuerzo por mantener despierta la utopía, sin que cuenten las dificultades de las incomprensiones ajenas. Como Juan, nosotros también, con nuestra voz, debemos insistir en la utopía, en la esperanza contra toda esperanza, en el optimismo contagioso: por algo estamos en Navidad y en el Año Nuevo que acabamos de estrenar: Dios nos ha mostrado su amor lleno de ternura y no podemos dejarnos derrotar por el pesimismo o la indiferencia —los dos polos de esta pandemia—. Un «animador de utopías», como Juan, será siempre un peligro para los que prefieren la tranquilidad y el «orden establecido», lo que se ha hecho siempre. Y quienes asuman el papel profético del Bautista han de saber que sufrirán incomprensiones y hasta persecución. Es preciso ser sabios como Juan, que no se extrañó de todo ello, y fue consciente de lo poco de su valía frente al proyecto utópico mismo que anunciaba.

¡Qué bien viene leer este capítulo 1 del Evangelio de San Juan en Navidad! Cuánto bien nos hace, porque en él hay una especie de concentración en el misterio de Jesucristo, una revelación del significado de su persona. El testimonio del Bautista, con absoluta entereza, con fidelidad y valentía nos anima. No quiso hablar de sí mismo, ni contar sus méritos ni sus hazañas. Ante las insistentes preguntas de los que fueron a entrevistarlo negó ser el Mesías, ni ser Elías, el personaje reservado por Dios para los últimos tiempos según las expectativas judías; negó también ser el profeta definitivo esperado según esas mismas expectativas. También nosotros, como Juan Bautista, deberíamos hablar menos de nosotros mismos, acreditarnos menos a nosotros mismos y convertirnos en «la voz» que da testimonio de Dios, de su amor presente en Jesucristo y ofrecido a los pobres, a los pecadores, a los lejanos, a los descartados de nuestra sociedad. Además, en medio de las condiciones tan especial que vivimos, nos viene bien la austeridad de Juan Bautista para hacer frente al consumismo y al derroche que caracterizaron las fiestas de Navidad de años pasados, aún las nuestras, las de los cristianos. Con Juan el Bautista, y sobre todo con María y José, sigamos viviendo estos días de Navidad. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario