Juan el Bautista, en este ambiente de Navidad y en estos tiempos difíciles por la contingencia sanitaria, nos da un testimonio de esfuerzo por mantener despierta la utopía, sin que cuenten las dificultades de las incomprensiones ajenas. Como Juan, nosotros también, con nuestra voz, debemos insistir en la utopía, en la esperanza contra toda esperanza, en el optimismo contagioso: por algo estamos en Navidad y en el Año Nuevo que acabamos de estrenar: Dios nos ha mostrado su amor lleno de ternura y no podemos dejarnos derrotar por el pesimismo o la indiferencia —los dos polos de esta pandemia—. Un «animador de utopías», como Juan, será siempre un peligro para los que prefieren la tranquilidad y el «orden establecido», lo que se ha hecho siempre. Y quienes asuman el papel profético del Bautista han de saber que sufrirán incomprensiones y hasta persecución. Es preciso ser sabios como Juan, que no se extrañó de todo ello, y fue consciente de lo poco de su valía frente al proyecto utópico mismo que anunciaba.
¡Qué bien viene leer este capítulo 1 del Evangelio de San Juan en Navidad! Cuánto bien nos hace, porque en él hay una especie de concentración en el misterio de Jesucristo, una revelación del significado de su persona. El testimonio del Bautista, con absoluta entereza, con fidelidad y valentía nos anima. No quiso hablar de sí mismo, ni contar sus méritos ni sus hazañas. Ante las insistentes preguntas de los que fueron a entrevistarlo negó ser el Mesías, ni ser Elías, el personaje reservado por Dios para los últimos tiempos según las expectativas judías; negó también ser el profeta definitivo esperado según esas mismas expectativas. También nosotros, como Juan Bautista, deberíamos hablar menos de nosotros mismos, acreditarnos menos a nosotros mismos y convertirnos en «la voz» que da testimonio de Dios, de su amor presente en Jesucristo y ofrecido a los pobres, a los pecadores, a los lejanos, a los descartados de nuestra sociedad. Además, en medio de las condiciones tan especial que vivimos, nos viene bien la austeridad de Juan Bautista para hacer frente al consumismo y al derroche que caracterizaron las fiestas de Navidad de años pasados, aún las nuestras, las de los cristianos. Con Juan el Bautista, y sobre todo con María y José, sigamos viviendo estos días de Navidad. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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