jueves, 21 de enero de 2021

«Jesús no tuvo tiempo de teorizar»... Un pequeño pensamiento para hoy

Desde el inicio de su predicación, a Jesús lo seguía mucha gente, no sólo eran los judíos de Palestina quienes corrían tras de Jesús, sino gentes de todas las comarcas y regiones vecinas: algunos paganos sin duda, atraídos por su Palabra y por las curaciones milagrosas que hacía. El Evangelio de hoy (Mc 3,7-12) nos pone una maravillosa escena muy concreta en la que uno encuentra toda la vehemencia y la simplicidad de las gentes del pueblo. Hasta aquí, en lo que hemos visto en estos días en san Marcos, el evangelista no nos da ni un solo discurso de Jesús. El Jesús que nos describe no es alguien que habla y habla, sino que actúa y sana. Así que después de cinco escenas conflictivas con los fariseos, el pasaje de hoy es una página más pacífica, un resumen de lo que hasta aquí había realizado Jesús en Galilea y que por estar con el tema de los fariseos y su cerrazón, no se había compartido. Con Jesús todo cambia, es como si se volviera a nacer. Jesús cura y cambia la mentalidad. Ya en las primeras páginas del Evangelio es «el Salvador», el que da la salud (de cuerpo y alma). Apenas a comenzado a enseñar cuando ya los enfermos acuden a él. Le son llevados de todas partes. Parece como si en torno a él se abriera un vacío y hacia él se precipitara un torbellino. Vienen ellos, se les conduce, se les transporta, y él va por entre la muchedumbre doliente y «salía de él una fuerza que los curaba a todos».

Quiero insistir en esta reflexión, en esto que digo de que Jesús no es solamente alguien que habla y habla. La narración nos dice que la gente acudía a Jesús «al oír lo que hacía». No dice san Marcos que acudía a él la gente al oír lo que decía, sino lo que hacía. Lo que hacía Jesús se hacía oír. Su práctica hacía ruido. Seguramente que hablaba también y lo que decía corría de boca en boca, porque su palabra no era abstracta o inoperante, sino concreta, referida a la práctica y desencadenadora de praxis pasando del decir al hacer. Su decir, seguramente, también era una forma de hacer: su «práctica teórica». Decir y hacer, simultáneamente, como formas de práctica. Hay momentos en los que la única forma de decir es ciertamente el hacer. Jesús no tuvo tiempo de teorizar, fue siempre orientado a la práctica, a la construcción del Reino de Dios, ya fuera con su palabra, con su testimonio personal o con sus acciones concretas de liberación.

El Evangelio de hoy nos dice también que muchos que padecían algún mal «se le echaban encima» a Jesús. ¿Qué buscaban estas gentes? Ciertamente que ser sanadas, liberadas de los demonios que les atormentan. La gente llegaba incluso a arrojarse sobre Jesús para tocarlo, hasta que él —dice el Evangelio—, tuvo que subirse a una barca. Hoy Jesús sigue sanando milagrosamente de nuestras enfermedades, sobre todo de la enfermedad del egoísmo, él hace que nos ayudemos los unos a los otros, que ayudemos especialmente a los enfermos de nuestra comunidad, que carguemos con sus dolores y problemas como él cargó con los de sus contemporáneos que lo buscaban. ¿O no es así? ¿No nos importan los que sufren a nuestro alrededor en esta situación tan adversa de la pandemia que estamos viviendo? ¿No queremos que exista un orden social justo, en el cual sean atendidas las necesidades de todos, especialmente de los más débiles, de los descartados? ¿No debemos trabajar y luchar para que sea así? El ejemplo de Jesús nos urge a asumir estas responsabilidades y a no bajar la guardia acomodándonos porque nosotros, quizá estamos bien. Que la Virgen María que se encaminó presurosa a servir, interceda por nosotros para que seamos como Jesús. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario