A Mateo, según nos narra el episodio evangélico de hoy (Mc 2,13-17), le bastó escuchar un «Sígueme», el sígueme que le marca Jesús y que le cambia su vida por completo. Mateo es un «pecador» según todas las convenciones de la época. Pero Jesús le llama y él le sigue inmediata e incondicionalmente. Jesús no pasa de largo frente a nadie, considerado Leví —Mateo— impuro según la ley judía; a pesar de esto, es importante para Jesús. Como no se siente ignorado, Leví acude presto a la invitación. Luego se muestra a Jesús en una comida, rodeado de simpatizantes con su proyecto, entre quienes había «muchos publicanos y pecadores». Los enemigos de Jesús no le pierden pisada a ninguna de sus actitudes, descalificando a todas las que no estén de acuerdo con la tradición y la ley. Pero Jesús es firme en las respuestas a sus detractores: los silencia sabiamente cuando sentencia sobre el por qué de su predilección por los pecadores para la iniciación de su misión. «Todos somos pecadores» nos recuerda constantemente el Papa Francisco.
La llamada de Jesús es universal y no conoce fronteras. Hasta ahora Jesús, según el Evangelio de estos días, ha invitado a seguirlo a hombres integrados en el pueblo de Israel. Ahora, llevando a la práctica el mensaje universalista que ha expuesto, invita a este personaje, Leví, que, aunque de origen judío, es considerado, a causa de su profesión —recaudador de impuestos—, un descreído sin Ley, prácticamente un pagano, y que, por ello, está excluido de Israel. Jesús lo llama como a los cuatro primeros (Mc 1,16-21a). Así l que estaban religiosa y socialmente marginados y excluidos de la alianza entran en el Reino de Dios lo mismo que los que proceden del judaísmo. Muestra así Jesús el amor de Dios a todos los hombres: todo individuo, de cualquier religión, creencia o catadura moral, que esté dispuesto a cambiar de vida, es apto para el Reino y puede responder a la llamada. La ruptura de Mateo con su pasado de injusticia está expresada por la oposición entre «estaba sentado y se levantó». es decir, él abandona su estilo de vida para seguir a Jesús, que eso es lo que se ha de hacer para poder responder. No mirar atrás y lanzarse a responder a la llamada. Que María Santísima, con su «sí» nos ayude a nosotros también a responder al llamado. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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