En nuestra vida también pasamos a veces por el miedo que experimentaron aquella noche los discípulos, a pesar de ser pescadores bien curtidos. A nuestra barca particular, y también a la barca de la Iglesia, le vienen a veces vientos fuertes en contra, y tenemos miedo de zozobrar. Como para aquellos apóstoles, la paz y la serenidad nos vendrán de que admitamos a Jesús junto a nosotros, en la barca. Y podremos oír que nos dice: «Ánimo, soy yo, no tengan miedo». La expresión «no tengan miedo», que tantas veces aparece dirigida por Yahvé en el Antiguo Testamento y por Jesús en el Nuevo Testamento a los llamados a realizar alguna misión, se nos dirige hoy a todos. Recuerdo cómo san Juan Pablo II repitió muchas veces ese «no tengan miedo». La invitación a permanecer en el amor, y la seguridad de que Cristo Jesús es el que vence a los vientos más contrarios, nos deben dar las claves para que nuestra vida a lo largo de todo el año esté más impregnada de confianza y alegría.
La barca sobre el lago, los discípulos en ella, y con ellos Jesús, es una de las imágenes más hermosas de la Iglesia que podamos contemplar, y que bueno que la contemplemos al ir iniciando el año, para que nos sintamos cobijados por Cristo en la Iglesia siempre. Es una imagen que inspira confianza en los creyentes que se saben seguros al lado del Señor. No se trata de una confianza ingenua que nos excusa de bregar, de remar, de testimoniar lo que vemos y oímos. Este pasaje nos da consuelo y esperanza, puesto que también nosotros sentimos la torpeza de nuestros corazones para vivir según el estilo de Jesús y el miedo, por distintas circunstancias, nos ataca. A pesar de los esfuerzos, a pesar del tiempo dedicado, a pesar de las Cristofanías que hemos contemplado, vemos que estamos muy lejos del estilo evangélico de vida. Pero vemos también que la lectura atenta de la Palabra va transformando nuestro corazón y nuestra vida entera y no nos desanimamos. Empezamos el nuevo año con mucha esperanza. Seguimos en Navidad y seguimos acompañando a Jesús, José y María en nuestro caminar. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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