domingo, 24 de noviembre de 2019

«SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO»... Un pequeño pensamiento para hoy


Con esta Fiesta importantísima, la solemnidad de «Nuestro Señor Jesucristo rey del Universo», que fue instituida por el papa Pío XI en 1925, la Iglesia cierra el ciclo litúrgico de cada año. El próximo domingo estaremos comenzando ya un nuevo Año Litúrgico con el «Primer Domingo de Adviento», en preparación para la Navidad y para la segunda venida de Cristo que no sabemos cuando volverá. A partir del próximo domingo no será ya el comentario del salmo responsorial el que centrará mi reflexión en Cristo como ha sido todo este año. En estos cuantos días que quedan, la temática del año litúrgico será la misma, pero, a partir del próximo domingo, entraremos en el ciclo «A» para los domingos en el año «par» para la lectura diaria. Les invitaré ciertamente a orar conmigo como hasta ahora, pero con un tema iluminador que no será el salmo responsorial. El salmo responsorial de hoy, es el 121 [121], un salmo en el que el autor sagrado expresa con gran emoción y alegría: «¡Qué alegría sentí cuando me dijeron: “Vayamos a la casa del Señor”!». Se trata de una aclamación que, para nosotros, discípulos–misionero de Cristo, cobra un sentido muy especial al pensar en que Cristo, Rey del Universo, nos invita a entrar en su casa, a su casa solariega real, a su palacio, al lugar en donde se va estableciendo su reino. La esencia del salmo es la peregrinación del pueblo de Israel cuando visitaba el Templo de Jerusalén. 

Para nosotros este salmo es importante porque la Iglesia es la nueva Jerusalén, centro de peregrinación de todos los que creen en Cristo, los cuales constituimos «las tribus del Señor» que lo reconocemos como el Rey que nos invita a ir «a la Casa del Señor nuestro Dios», hacia donde vamos peregrinando todos los que buscamos el Reino de Cristo. Su casa es una casa pobre pero inmensa, una casa que para el mundo no es atractiva por su belleza material, pero que para los que buscamos «el Reino» es una mansión cálida y acogedora; una casa que puede parecer a veces fea y antigua, pero que para quien ama Cristo es espacio del continuo compartir para dar y recibir amor; una casa que para el hombre y la mujer de fe habla de un reino no de este mundo, sino del auténtico, del que el prefacio de hoy nos describe como «reino de la verdad y la vida, reino de la santidad y de gracia, reino justicia, del amor y de la paz». En el Evangelio (Lc 23,35-43), vemos el bellísimo y conmovedor relato de «el buen ladrón», el hombre que por su pequeñez y aceptación de su condición de pecador, se gana el ser el primero que habite en esa linajuda casa crucificado al lado del Señor. Dimas declara su fe en que Aquél que está crucificado a su lado al reconocerlo ¡nada menos!... que como el Rey del Universo, mientras que el delincuente que está del otro lado, piensa y dice todo lo contrario. 

Y es que las gracias divinas son suficientes para cada uno, pero la respuesta del ser humano puede ser diametralmente opuesta. Dimas no ve un Cristo transfigurado, ni ve un Cristo ya Resucitado, sino que se sabe al lado de un Cristo fracasado, humillado, moribundo, en la misma situación que él. ¡Qué Fe más grande! Y esa Fe es la que le hace pedirle, un tanto temeroso: «Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí». Pero, ¿qué nos pide ese Rey bondadosísimo que es Cristo para habitar en su casa? Él nos pide lo que nos muestra con su vida: que hagamos la Voluntad del Padre. En eso consiste el Reinado de Cristo en cada uno de nosotros: en que hagamos la Voluntad de Dios. Así es como el Reinado de Cristo comienza en nuestro propio corazón. Pidámosle a María, la Reina Madre, que ella nos ayude a centrarnos en los intereses de su Hijo y, al terminar este año litúrgico, dirijámonos a Él con las palabras de un antiguo himno de la Iglesia: «Por tu muerte dolorosa, Rey de eterna gloria, has obtenido para los pueblos la vida eterna; por eso el mundo entero te llama Rey de los hombres. ¡Reina sobre nosotros, Cristo Señor! Amén». ¡Bendecido domingo día de Jesucristo Rey del Universo!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario