Hoy me viene empezar a hacer mi oración —bastante tarde por cierto— pensando en santa Teresa de Calcuta, esa mujer de una personalidad firme, decidida, de mucha acción y contundente fe a la que todo mundo se dirigía con el título de «Madre Teresa». Y lo hago porque me acabo de encontrar una de sus frases célebres, esa que dice: «A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota» y es que, por diversos motivos, así me siento, experimentando que es tan poco lo que puedo hacer, pero el Evangelio de hoy, el autor del salmo 33 [34] y Madre Teresa, me animan a darme cuenta de eso precisamente; aunque sea una gotita, una gotita sin la cual el mar de la misericordia divina que se reparte en el mundo no sería lo que es, le haría falta esa pequeñez de lo que muchos, entre ellos yo, podemos dar. Dice el salmista: «El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas». El salmista invoca al Señor, y Dios se inclina hacia él, le escucha librándole de todas sus ansias, de todos sus males y angustias: «a su clamor están atentos sus oídos». Y es que a veces sentimos que el clamor es mucho, pero, convencidos de que Dios nos escucha, vemos que no podemos hacer más y eso poquito, esa gotita es la que podemos o lo que se nos permite dar.
Creo que este tiempo difícil en donde hay por aquí y por allá obstáculos y más obstáculos para hacer el bien, necesitamos —empezando por mí— aumentar la confianza en el Señor y actuar con la firmeza de los santos, como la Madre Teresa de Calcuta que, a pesar de muchas cosas, entre ellas la severidad de su carácter, sabía y estaba convencida de que Dios le escuchaba. Me acuerdo que el Papa Francisco, cuando visitó Albania —país de origen de Madre Teresa— el 21 de septiembre de 2014, bromeó acerca precisamente del carácter severo que caracterizaba a la santa. El Papa dijo: «¡Me habría dado miedo si hubiera sido mi superiora!» La simpática confesión del Santo Padre fue hecha al padre e intérprete que lo acompañó en los momentos de homenaje a la que en aquel entonces era beata, pues fue canonizada en el 2016. El Papa contó que conoció a Madre Teresa tres años antes de que muriera, durante el sínodo de obispos de 1994 celebrado en el Vaticano y rememoró su temperamento fuerte y decidido: «Estaba sentada justo detrás de mí. Admiré su fuerza, la decisión de sus intervenciones, sin dejarse impresionar por la asamblea de los obispos. Decía lo que quería decir».
«No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer» nos vuelve a recordar hoy el Evangelio (Lc 17,7-10). Es muy probable que la parábola del siervo inútil haya sido pronunciada por Jesús para censurar duramente a los fariseos, que creían tener derechos sobre Dios. San Lucas hace dirigir esta parábola más bien a los apóstoles (v. 5), para invitarlos a la modestia, a reconocer precisamente eso que decía Madre Teresa, somos «una gotita», una gotita en la inmensidad del mar para «hacer todo lo que Dios dicte». En la mente de Jesús es constante ese pensamiento, Dios es su referencia constante. Muchos han sido quienes, aún en medio de grandes dificultades que a veces empiezan en el propio corazón siguiendo el ejemplo de Cristo, de la Virgen y de tantos santos, conscientes de ser solamente esa gotita, saben que podrá aliviar la sed y a no olvidar que Dios nos ama. Una mujer de acción como santa Teresa de Calcuta y con el carácter que la caracterizaba, ¡no hacía las novenas en nueve días! —se conocía bastante bien a sí misma—, sino en uno solo, repitiendo diez veces el Acordaos. ¿Por qué diez veces? Es que daba por descontado que la petición iba a ser atendida y añadía una repetición adicional, la décima, como acción de gracias anticipada por la gracia concedida. De pocas palabras y carácter, como insisto, bastante fuerte, Madre Teresa se describía a sí misma de esta manera con la que termino mi reflexión de hoy: «De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús». ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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