miércoles, 28 de febrero de 2018

«Un mensaje de conversión esperanzadora»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cuando el profeta Jeremías llamó al pueblo al arrepentimiento, éste inventó estratagemas contra él, en lugar de obedecer y buscar la conversión (Jer 18,18-20). De igual manera, el mensaje de conversión al que la Cuaresma llama hoy no es escuchado. El mundo crucifica a Cristo una y otra vez atacando a su Iglesia y hablando contra Él en la tierra, mientras su sangre habla por todos en el cielo. Jeremías había cumplido su deber y lo mismo ha hecho nuestro Salvador. Jeremías había sido implacable en su condenación de las tres clases de oficiales a los que se hace referencia en la primera lectura de hoy: sacerdotes, sabios, y profetas. Y fueron precisamente estos hombres que se mencionan, quienes espolean el plan en contra de Jeremías. Estos enemigos del profeta usaron la estrategia de un ataque deliberado y de no escucharlo después. Pero Jeremías, ante aquel ataque, primero le pide a Dios que lo escuche y después le pide que escuche a sus enemigos. Él creía que el Dios justo vería que ellos estaban mal y enderezaría su camino: "Señor, atiéndeme. Oye lo que dicen mis adversarios. ¿Acaso se paga bien con mal? Porque ellos han cavado una fosa para mí. Recuerda como he insistido ante ti, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu cólera" (Jer 18,19-20). 

Jeremías le pide a Dios que se acuerde que él había orado intercediendo por estos mismos hombres, y había orado por ellos para bien, suplicando que Yahvé apartara de ellos su ira. Este era el bien que él había hecho; él les daba ese bien mientras ellos cavaban un hoyo para su alma. ¡Qué poco entendemos de lo que es el verdadero amor! Un hombre que busca el bien de su pueblo amenazado con ser destruido por su iniquidad, y un pueblo que no entiende nada. Aunque Jeremías vivió hace unos 2600 años, no deja de ser sorprendente esta similitud que podemos encontrar entre su época y la nuestra, su mensaje y el mensaje que nos trae la Cuaresma. Al igual que en la época de Jeremías nosotros también vivimos en un periodo de crisis. Y sinceramente, yo creo que a lo largo de nuestra existencia nunca nos habíamos encontrado con un momento de tanta inestabilidad como el actual. Esta crisis, que abarca la política, la economía y la moral es una crisis de valores que no deja de ser global. Y en algunos lugares va acompañada de guerras, hambres, destrucción, etc. 

Vivimos en mundo convulso donde los conflictos son abundantes y que, en lugar de disminuir, parecen ir en aumento... ¡Hasta afectar, hace unos días, el Santo Sepulcro de Jerusalén! Por si todo ello no fuese suficiente, todos esos problemas van acompañados de una complicación de dimensiones planetarias difícilmente cuantificable, como son todos los aspectos que se relacionan con el medioambiente: la cuestión del calentamiento global, la lluvia ácida, la desforestación, la pérdida de biodiversidad, la escasez de agua, etc. Vivimos en un mundo que necesita desesperadamente un mensaje de conversión esperanzadora. Un mensaje que está a nuestro alcance y que tenemos el inmenso privilegio de poder compartir como discípulos-misioneros. En su Evangelio (Mt 20,17-28), Jesús nos invita a hacernos pequeños para poder, como él, rescatar a esta humanidad que se ha desviado del camino, como aquel pueblo del tiempo de Jeremías. Muchos, que antes eran creyentes, como aquellos sacerdotes, sabios, y profetas del tiempo de Jeremías, se han olvidado de Dios, se han olvidado de lo que ha hecho por ellos. Se han olvidado de las promesas del Señor y lo que es aún peor, se han ido, como aquellas gentes, detrás de otros dioses arrastrando a otros. Es la tentación de todos, como la de la mamá de los hijos de Zebedeo; buscar lugares especiales, puestos, posiciones, ganancias... un huesito. Es Cuaresma y hay mucho por hacer. No tengamos miedo, seamos valientes como Jeremías y, con la ayuda de María, que fue siempre fiel, sigamos -como decía Madre Inés- el camino cuesta arriba hacia la perfección viviendo y compartiendo este mensaje esperanzador de conversión. Por lo pronto casi de inmediato me voy de retiro con mis hermanas Misioneras Clarisas de la Casa Noviciado en Cuernavaca. Me encomiendo y las encomiendo a tus oraciones. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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