jueves, 22 de febrero de 2018

«La Cátedra de San Pedro»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy estamos celebrando en la Iglesia unan fiesta muy particular que, por su importancia, interrumpe —por así decir— el ritmo que llevamos en el tiempo de la Cuaresma. Se trata de la celebración de «La Cátedra de San Pedro». Todos sabemos que de entre los Apóstoles, San Pedro es a quien el Señor eligió como depositario o guardián del tesoro de Cristo y su enseñanza para transmitirla a todos los confines de la tierra. La palabra «cátedra» significa «asiento o trono» y es la raíz de la palabra catedral, la iglesia donde un obispo tiene la sede desde donde el predica, enseña y gobierna su diócesis. En Roma, en la Basílica de San Pedro en Roma, se encuentra, al fondo una sede que fue donada por Carlos el Calvo al Papa Juan VIII en el siglo IX, con motivo de su viaje a Roma para su coronación como emperador romano de occidente. Este trono se conserva como una reliquia, obra de Gian Lorenzo Bernini construida entre 1656 y 1665. La silla de madera —que se ve en lo alto— está decorada con un relieve representando la «traditio clavum» o «entrega de las llaves» que hace referencia al Evangelio de hoy (Mt 16,13-19). El trono se apoya sobre cuatro grandes estatuas que representan a cuatro doctores de la Iglesia: San Agustín, San Ambrosio, San Atanasio y San Juan Crisóstomo. Por encima de la sede hay un sol de alabastro rodeado de ángeles que enmarca una vidriera en la que está representada una paloma como símbolo del Espíritu Santo. 

Así, la festividad litúrgica de la Cátedra de San Pedro, que se celebra cada 22 de febrero, subraya el singular ministerio que el Señor confió a Pedro como jefe de los apóstoles, para confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el llamado «ministerium petrinum» (ministerio petrino), ese servicio peculiar que el obispo de Roma —el Papa— está llamado a rendir a todo el pueblo cristiano. Esta misión, que se continúa en la Iglesia en cada Papa que está al frente de la Iglesia en cada época, no se basa en prerrogativas humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad eclesial. La Santa Sede, suyo concepto se remonta al banco de madera de un pescador — y representada ahora en esta silla que cuelga bajo la imagen del Espíritu Santo—, nos habla de la Iglesia como la más alta autoridad moral en todo el mundo actual, ya que, como sabemos, hasta los no cristianos prestan atención a las palabras del Papa sobre la paz, migración, protección climática y otros temas. La Iglesia celebra hoy, con esta fiesta, el elevado servicio del servidor de los siervos de Dios. La Iglesia católica es una, gracias al Papa, a quien el Concilio Vaticano II denomina su cabeza visible.

La pregunta que hoy aparece en el Evangelio, y que en presencia del pastor elegido para guiar al rebaño —como lo demuestra la acción de Pedro en la primera lectura 1 Pe 5,1-4— que reza: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» (Mt 16, 15), va dirigida a cada uno de nosotros y es la misma que el Papa en turno, en su nombre, nos pudiera hacer. En cada uno de los sucesores de Pedro, hemos de descubrir a Jesús y hemos de dejarnos descubrir más y mejor siempre que nos dejemos amar más por Él. ¿Quién es para ti el Papa? ¿Ves en él al representante de Cristo que nos enseña en su nombre? ¿Rezas por el ministerio petrino del Papa para que siga trabajando por la unidad de la Iglesia? Ojalá podamos siempre descubrir en el Papa que es en el nombre de Jesús que él, como su «vicario» en la tierra, enseña, cuida, une y dirige la Iglesia. Por eso la fiesta de hoy es el reconocimiento de que Jesús quiere hacer de la Iglesia una comunidad en torno a Él en donde Pedro es la piedra fundamental. De nada vale el asiento, la cátedra, la sede, si no hay una comunidad viva en torno al Papa. De nada vale el templo, por muy bello que se adorne, si no hay hombres y mujeres que, como discípulos–misioneros, lleven a Jesús a la calle, a la vida, al ser y quehacer de cada día.

Por eso, recemos hoy por el sucesor de Pedro, el Papa Francisco, para que reciba la fuerza y la inspiración del Espíritu Santo en todo momento y siga guiando la barca que el pescador de Galilea recibió como encargo del propio Cristo. Que la Santísima Virgen, Madre de la Iglesia, cuya figura materna une a toda la comunidad católica bajo el cuidado pastoral del Santo Padre, nos ayude a renovar nuestra misión de llevar a Jesús a toda la humanidad para que por todos sea conocido y amado. No olvidemos que estamos en Cuaresma, y que es un tiempo especial que nos invita a trabajar en nuestra conversión y en un volver a empezar a vivir con metas más altas de santidad. ¡Bendecido jueves sacerdotal coronado con esta fiesta de «La Cátedra de San Pedro»!

Padre Alfredo.

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