El libro de Jonás, en la Biblia, es una "parábola", un género literario que vemos usado frecuentemente por Jesús y la gente de su cultura. En él se narra una historia ficticia para ilustrar una lección. Ciertamente sabemos por diversos testimonios de la historia universal y de la arqueología, que Nínive (el lugar que este libro -y Jesús más adelante- menciona) fue una ciudad muy importante que era en realidad una especie de metrópoli que abarcaba tres pequeñas ciudades amuralladas: la propia ciudad de Nínive, Cala y Khorsabad. Nínive, la mas grande, se convirtió en la capital, y por eso toda esa zona fue conocida por su nombre. A este lugar, que es un valle fecundo, fue enviado por Dios el profeta Jonás (Jon 3,1-10) a predicar la urgencia de la conversión de sus habitantes, ya que Nínive era una gran ciudad, no solo en tamaño sino también en maldad. La ciudad era culpable de una gran cantidad de pecados sociales y, a causa de ello, atrajo el juicio de Dios. En los libros de Amós y Oseas, encontramos que el motivo por el cual Dios trajo el juicio sobre el pueblo se debió al aparatoso lujo de sus costumbres, a la inmoralidad sexual y al desenfreno en. La embriaguez. Los habitantes de esta gran metrópoli de aquellos años se habían entregado a la idolatría; su crueldad y brutalidad hacia sus enemigos era incalificable, además de la flagrante inmoralidad que predominaba en la ciudad. Así que estos pecados que caracterizaron a la gran ciudad de Nínive y orillaron a Dios a actuar de esta manera, de forma que Dios envía a su profeta, a su misionero.
Esta orden que Dios da a Jonás, nos muestra que Iglesia debe ser siempre misionera, enviada a los paganos para que proclame el mensaje de Dios a todos aquellos que, como los ninivitas, han quedado atrapados por las seducciones del mundo. Leyendo estas líneas de la Sagrada Escritura, escritas tantos y tantos años atrás, como discípulos-misioneros por el bautismo, cada uno debe preguntarse: ¿Cómo puedo ser yo mismo, especialmente durante esta cuaresma, portador de la Palabra de Dios para que mis hermanos no-creyentes se conviertan y crean? ¿Cuál puede ser, aquí y ahora, mi manera de proclamar la "buena nueva", en mi familia, en mis relaciones humanas, en mi lugar de trabajo? En el lenguaje fuerte de los profetas, la frase: “Dentro de cuarenta días... Nínive será destruida", equivale a decir en nuestros días: conviértanse ya, empiecen a hacer penitencia ahora mismo, el reino de Dios está cerca... ¡es urgente!... mañana o dentro de un mes, será demasiado tarde!
En el Evangelio de hoy (Lc 11,29-32), Jesús repite estas palabras. De los cuarenta días de esa cuaresma que me ha sido dada, ha pasado ya una semana, el miércoles de la semana pasada recibíamos la ceniza que nos era impuesta. ¿Qué he hecho de estos siete primeros días de la cuaresma? ¿Sigo encontrando, tal vez, buenas excusas para no empezar este camino de conversión que todos necesitamos?, ¿he avanzado un poco más en mi camino de fe en cuanto a la relación con Dios en la oración?, ¿He estado realizando mis pequeños sacrificios con espiritu de conversión?, ¿he ayudado un poco más a los que más necesitan? Todavía nos quedan 33 días para la Pascua. No hay tiempo que perder. La cuaresma no es un espectáculo, no es algo que se queda en un signo exterior que nos fue impuesto y se borró el mismo miércoles de ceniza. La cuaresma es tarea interna, real, cuyo signo se ve claramente en nuestro ser y quehacer misionero que crece y se concretiza en obras que responden al llamado que Dios nos hace para ser hombres y mujeres nuevos. Pidamos a la Santísima Virgen María que nos ayude a ver nuestros frenos, nuestros atoros, nuestras excusas -si los hay- para hacerlos a un lado y vivir nuestro caminito cuaresmal, de manera que cuando celebremos la resurrección de su Hijo Jesús, su Palabra y su presencia Eucarística nos encuentren nuevos. ¡Bendecido miércoles! Y yo aquí, casual, disfrutando de la amistad de Mike, Fátima y sus hijos en mi day off de esta semana en Metepec compartiendo en familia este andar cuaresmal cumpliendo la promesa de visitarlos que les hice hace más de un año.
Padre Alfredo.
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