lunes, 19 de febrero de 2018

«Los mandamientos y las obras de misericordia»... Un pequeño pensamiento para hoy


¿Me creerán si les digo que no escuché la alarma sísmica ni sentí el sismo de esta madrugada? Cuando estoy despierto estoy medio atarantado, pero cuando estoy dormido estoy completamente atarantado. Ciertamente con más de 2,080 réplicas del sismo del viernes pasado, sigue temblando; nada extraordinario diría yo, porque así es siempre, lo que pasa es que con la tecnología cada vez más moderna, los movimientos se perciben más, aunque sean muy leves. Pero ¿qué tiene que ver esto con mi meditación del día de hoy? El Evangelio de hoy nos habla del juicio final (Mt 25,31-46), donde nuestros corazones serán expuestos ante Dios para ver si fueron fríos como el hielo o calientes como el fuego; duros como el diamante o blandos, como el talco mineral, según hayamos vivido las obras de misericordia. Pero, situaciones como los que ahora hemos estado viviendo, con tanto temblor, nos ayuda a darnos cuenta de que siempre hemos de esperar ese día, porque no solamente en un temblor, sino en una convivencia familiar, como aquellos que en Oaxaca murieron por la caída de un helicóptero sobre ellos, llegaron al final de su existencia. Eso no fue el juicio final, pero sí el término en esta tierra para gran parte de dos familias.

Con las obras de misericordia, Cristo nos resume lo que nuestra vida debe ser: una búsqueda constante de la santidad buscando ser, como dice la beata María Inés Teresa, "una copia fiel de Jesús" que pasó por el mundo haciendo el bien (Hch 10,38). Estas cosas que nos dice Jesús, era ya enseñanzas del libro del Levítico que seguramente había escuchado y meditado desde pequeño y que se pueden resumir en esto: "Sean santos, porque Yo el Señor, su Dios, soy Santo" (Lev 19,2). Jesús dirá: "sean perfectos como su Padre es perfecto" (Mt 5,48). De ese modo, entendemos que los mandamientos, de los que nos habla la primera lectura de hoy (Lev 19,1-2.11-18) No hurtarás... No mentirás... No explotarás a tu prójimo... No cometerás injusticias. No calumniarás... No habrá odio en tu corazón... No te vengarás... No guardarás rencor... no pueden ser tomados a la ligera como mucha gente de nuestro hoy los ve. El discípulo-misionero tiene que examinar, más allá de las palabras del Levítico y de Mateo, el estilo de relación que vive con Dios y con el prójimo: ¿cuál es mi forma concreta de vivir los mandamientos? ¿Si el juicio final llega de repente o si me topo con la muerte inesperadamente que va a encontrar el Señor en mí?

Estamos en Cuaresma y hemos de pensar en todo esto de manera más intensa, aunque donde vivas no tiemble ni se caigan helicópteros... porque en este tiempo debemos valorar con más intensidad lo que vale una vida que se va pareciendo a la de Cristo, cuya pasión, muerte y resurrección es la máxima lección de amor que Él nos ha dejado y que debe convertirse en el método que tenemos que seguir alcanzar la salvación. Cada vez que damos un paso viviendo las obras de misericordia según los mandamientos, se hacen realidad las palabras del Evangelio de hoy: "Vengan, benditos de mi Padre" (Mt 25,34). Que nuestro corazón no se enfríe con la maldad, la rutina o la apatía que vemos extendiéndose como plaga a nuestro alrededor, sino que despierte y se caliente en este tiempo bendito que es la Cuaresma y descubramos cada día la oportunidad de afianzarnos en la práctica de los mandamientos y en el darse en las obras de misericordia. Porque, después de todo, uno corre el peligro de sentirse exento de muchas cosas diciendo no he matado, ni he robado, no le hago ningún mal a nadie. Pero ¿se he amado suficientemente?... ¿he sido misericordioso?... Entre los títulos con los que coronamos a la virgen María está el de "Madre del Amor misericordioso". Ella es la Madre de Cristo, la Madre de Dios. Sin duda que Dios quiso escogerse una Madre adornada especialmente de la cualidad o virtud que a Él lo define. Por eso María debió vivir intensamente el amor a los mandamientos y la práctica de la misericordia en grado elevadísimo. Ella ha sido la única creatura capaz de un amor perfecto y puro que se hace donación, sin sombra de egoísmo o desorden. Porque sólo Ella ha sido inmaculada; y por eso sólo Ella ha sido capaz de amar a Dios, su Hijo, como Él merecía y quería ser amado. Ella nos ayudará a perseverar en este camino cuaresmal. ¡Bendecido lunes y a darle en el trabajo y el estudio!

Padre Alfredo.

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