Con la austera celebración de la imposición de la ceniza el día de hoy en todo el orbe, comenzamos el camino cuaresmal que en este años de 2018 viene marcado, en el mensaje del Santo Padre (http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/02/06/mens.html) por la cita evangélica: "Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría" (Mt 24,12), que nos introduce, con esta advertencia, en el camino hacia la Pascua en un itinerario de conversión. Y, aunque en nuestra sociedad plural y secularizada este tiempo ha quedado bastante devaluado, para nosotros, discípulos-misioneros es un tiempo privilegiado de especial intensidad e interioridad, que vale la pena aprovechar. Es un tiempo favorable, un tiempo de gracia y de gratuidad de Dios. Con esta cita del Evangelio de Mateo, que sitúa a Jesús en el Monte de los Olivos -en donde hace pocos días participe en una Hora Santa en la Basílica de la Agonía- es el punto de partida para el mensaje en el que el Papa Francisco nos lanza cinco propuestas para vivir la cuaresma avivando la caridad en nuestros corazones.
El Papa nos alerta ante los profetas estafadores que se esconden detrás de quienes ofrecen "un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad". Nos dice que hay que evitar que el amor se enfríe (y por cierto, hoy es día de la amistad). Nos invita a tener, en la cuaresma, más tiempo de oración para encontrar el consuelo de Dios, invitando a toda la Iglesia a participar en la iniciativa "24 horas con el Señor" el 9 y 10 de marzo y que se centrará en el Sacramento de la Reconciliación. Como cuarta propuesta, nos dice que recordemos que podemos adoptar la limosna como estilo de vida, con el convencimiento de que la limosna "nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es solo mío". Por último, el Santo Padre nos habla de un ayuno que nos mantendrá despiertos, recomendándonos a dar sentido a esta tradicional práctica de la Iglesia como un gesto que "debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer". Así, nos damos cuenta de que el Papa nos invita a una profunda revisión de nuestra vida, de nuestras actitudes y criterios de comportamiento; a vivir un serio proceso de conversión y de purificación que hoy podemos iniciar.
Han pasado muchos siglos desde que el profeta Joel tomó la palabra para invitar al pueblo de Dios a la conversión (Jl 2,12-18) pidiendo una conversión, no con una apariencia exterior perfecta, pero vacía de contenido, sino con un cambio de corazón. Han pasado también muchísimos años desde que San Pablo insistía que debemos reconciliarnos con Dios (2 Cor 5,20-6,2), pero el mensaje sigue siendo actual. Los profetas de nuestros tiempos, como el Papa Francisco, nos transmiten mensajes similares de parte de Dios, pero preferimos quedarnos en los ritos externos, en lugar de cambiar desde lo hondo de nuestro corazón, porque cuesta menos trabajo, y nos alejamos de Él, para ir por caminos equivocados, convencidos de seguir la senda cierta. No somos capaces de convertirnos, quizá porque ya nos sentimos convertidos, nos vemos perfectos y no creemos necesario ningún cambio más. Dios tiene un proyecto sobre cada uno de nosotros y sobre el mundo en que vivimos; y la cuaresma es un tiempo propicio para confrontar nuestros planes y proyectos con los planes y proyectos de Dios, por eso el Evangelio de hoy nos invita a hacer un examen profundo de nuestro ser y quehacer alejándonos de la vanagloria humana (Mt 6,1-6.16-18). No busquemos que los demás nos vean como un ejemplo a imitar por lo llamativo o novedoso de manifestaciones externas. El Señor dice: "No lo hagas en la plaza, a la vista de todos, sino en lo interior, en lo silencioso, en lo que nadie puede percibir, porque ahí es donde podemos encontrarnos con Dios". Que en estos 40 días crezcamos en el diálogo íntimo con el Señor, dejando que la gracia divina penetre nuestro corazón y que, a semejanza de María Virgen, lo abramos a la acción del Espíritu cooperando como ella, con una disposición libre y generosa (cf Lc 1,38) para que no crezca más la maldad y no se enfríe el amor de Dios. ¡Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás!... ¡Arrepiéntete y cree en el Evangelio!
Padre Alfredo.
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