Ayer domingo entramos en la segunda semana de Cuaresma. Este lunes, mientras muchos se preparan para ir a la escuela o al trabajo iniciando la semana laboral y académica, nuestra reflexión gira en torno a una oración penitencial puesta en labios de Daniel (Dn 9,4-10) y que la liturgia toma como primera lectura de la Misa de hoy. El profeta reconoce la culpa del pueblo elegido y de sus dirigentes. La gente no ha hecho ningún caso de los profetas que Dios les ha enviado: "Nosotros hemos pecado, hemos cometido iniquidades, hemos sido malos, nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas" (Dn 9,5). Sin embargo, Daniel nos deja ver que por parte de Dios todo ha sido fidelidad y bondad: "De nuestro Dios, en cambio, es el tener misericordia y perdonar, aunque nos hemos rebelado contra él" (Dn 9,9-10). Todo lo malo pasará gracias a esa bondad y misericordia del Señor y la fe de los fieles perdurará para siempre. El leer y reflexionar esta hermosa y profunda plegaria de Daniel apoyada en la misericordia de Dios, desde mi condición de discípulo-misionero y como sacerdote, me hace no "descorazonarme" cuando contemplo mi miseria, que es inmensa por mis pecados y los del mundo entero, porque, no todo está perdido.
Sentir el dolor por el mal nos debe situar a mí y a todos los que comparten conmigo estos momentos, en el punto exacto de este camino cuaresmal en el que podemos cambiar el sentido de la marcha y poner en ceros nuevamente el odómetro para empezar de nuevo. Dios misericordioso, bueno y compasivo nos capacita de manera muy directa en estos días de Cuaresma para ir transformando esas actitudes y poner, como decía la beata Madre Inés "nuestra miseria al servicio de la misericordia" sabiéndonos acogidos incondicionalmente por el Dios que nos ama en nuestra pobreza y fragilidad. En el Evangelio de este día (Lc 6,36-38) Jesús nos pide que seamos "misericordiosos", como Él es "misericordioso" con nosotros. La invitación que nos hace se apoya, al igual que la oración de Daniel, sobre esa misericordia de Dios que de una u otra manera todos hemos experimentado especialmente en el tiempo cuaresmal, que nos hace más conscientes de la acción de Dios en nuestro proceso personal y comunitario de conversión. Esto nos permite como decía no "descorazonarnos".
Si la dirección de la primera lectura de hoy va en relación con Dios, reconociéndonos pecadores y pidiéndole perdón, el pasaje del evangelio nos hace sacar las consecuencias de esto -cosa más incómoda pero fructífera-: Todo ser humano que quiera ser acogido por el Padre, debe trabajar por llegar a tener su misma bondad, compasión y misericordia para con los otros y no sólo de manera externa. Es indispensable que las prácticas cuaresmales del ayuno, la oración y la limosna toquen y permeen nuestra mente y nuestro corazón en el momento de hacer cualquier juicio sobre los demás, porque, con la misma moneda con que midamos, seremos medidos. Así, de esta manera, el programa cuaresmal se concretiza: "sean compasivos... no juzguen... no condenen... perdonen... den". El modelo sigue siendo, como ayer, el mismo Dios: "Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso" (Lc 6,36). Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser misericordiosos. Que viviendo en comunión de vida con Cristo, nuestro Dios y Señor, podamos ser portadores de su bondad, de su compasión y de su misericordia para todas las personas como María lo fue. ¡Que tengas una semana laboral y académica llena de bendiciones y anhelos de llegar a metas más altas de santidad!
Padre Alfredo.
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