miércoles, 7 de febrero de 2018

«ESCUCHAR AL SEÑOR»... Un pequeño pensamiento para hoy


El «escuchar», es algo de suma importancia para el hombre y mujer que busca a Dios. "Escucha, Israel…" dice la Sagrada Escritura (Dt 6,4).  El corazón humano, no solamente el de creyentes, se modela en la escucha de Dios. Este Dios que habla en la historia de hoy, por la Iglesia, en el magisterio, en la jerarquía, en los predicadores, en los más débiles e indefensos de la sociedad, en la comunidad cristiana, en las verdaderas necesidades del hombre, en el sufrimiento de los enfermos y sobre todo en la Palabra de Cristo que siempre nos invita a seguirle para ser discípulos-misioneros en la escucha y en la puesta en práctica de aquello que Él dice al corazón. Cuando uno está a la escucha de Dios, todo le habla de Él y de su amor infinito, escuchando a Dios uno puede ser capaz de percibir su presencia también en la armonía que hay en la creación porque escuchando a los pájaros, el mugido de las vacas, el ruido del zacate al pisarlo y de las ramas que se mueven con el aire; todo produce una preciosa armonía y ahí nos habla el Señor.

Pero para eso hay que "interiorizar", ir al propio corazón y darse cuenta de que se necesita la pureza de ese corazón y la rectitud de intención para poder escuchar (Mc 7,14-23). La persona que no interioriza y se queda solamente en el exterior es incapaz de escuchar a Dios y de descubrirlo en todo esto que he mencionado. En la primera lectura de la Misa de hoy (1 Re 10,1-10), nos topamos a la reina de Sabá, quien elogia la sabiduría y la escucha del pueblo de Salomón, porque ella sabe que es solo así, con una profunda escucha, que se puede descubrir cuál es la voluntad de Dios para seguirla con alegría. Los cristianos sabemos que sólo desde la escucha se entiende y comprende el mensaje de Jesús, porque con los oídos oímos, pero con el corazón escuchamos y entendemos. Del corazón brotan las buenas o malas opciones. El corazón es la fuente del bien y del mal. Por eso Jesús afirma hoy: "Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro" (Mc 7,15). Siempre hemos oído que Dios mira el corazón (1 Sam 16,7) y lo escudriña, y que comprende las intenciones más íntimas que motivan nuestras decisiones. Frente a esa voz de Dios nadie puede esconderse.

Sabemos que la calidad de la señal de un teléfono celular es muy variable. Lo mismo sucede con nosotros. Debemos estar correctamente posicionados para poder escuchar a Dios hablar. La reina de Sabá se queda admirada de la escucha a Dios tanto de Salomón como de su pueblo para así dejar que la sabiduría divina les guíe. Tanto el mandatario como el pueblo, en aquel momento, estaban bien posicionados para escuchar. Pero muchas veces dejamos endurecerse a nuestro corazón y se pierde la capacidad de escuchar al Señor, como luego sucedió a Salomón. Si realmente queremos escuchar a Dios necesitamos qué ruidos de fuera afectan nuestro interior. lo ensucian y alejan el corazón de escuchar a Dios. Cuando alguien desde su interior, dejándose llevar por el orgullo piensa que no necesita a Dios y busca manejar por sí mismo las cosas, probablemente no escuche lo que Dios dice. Los que piensan que escuchar la voz de Dios les hace una especie de fanáticos religiosos tampoco pueden escuchar. Los que se aferran al dolor, al resentimiento o al rencor, no son capaces tampoco de escuchar a Dios, porque caminan a la defensiva de la voz de Dios que pide sacrificio y oblación. "Quiten de su vida todo lo malo y lo sucio, y acepten con humildad la Palabra que Dios les ha sembrado en el corazón, porque tiene el poder para salvar su alma." (St 1,21). Esta es la llave para abrir la mente y el corazón, para poder escuchar al Señor y hacer como María, que todo lo meditaba guardándolo en el corazón (Lc 2,19.51). ¡Bendecido miércoles buscando un espacio para escuchar al Señor!

Padre Alfredo.

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