miércoles, 2 de julio de 2025

«UN DÍA ESPECTACULAR»... Un pequeño pensamiento para hoy

Hoy ha sido un día espectacular, aunque debo reconocer que para todo discípulo-misionero de Cristo todos los días deben de ser espectaculares porque el Señor, al que seguimos con alegría, se hace «el encontradizo». Esta tarde, mientras paseaba un poco por uno de los barrios de Hamburgo al salir del bellísimo bosque donde está el Planetario desde el que observé en lo alto gran parte de esta hermosa ciudad portuaria, me topé con una Iglesia que me cautivó por su sencillez, por su austeridad y por su belleza minimalista. El Señor se hizo encontradizo en este templo dedicado a San Antonio de Padua, donde pude, tranquilamente, hacer un rato de oración y agradecer la oportunidad que me ha dado de destinar gran parte de este día en la quietud y en la soledad, a terminar de preparar los ejercicios espirituales que daré a nuestras hermanas Misioneras Clarisas en la Casa Madre. Porque, como todo misionero… ¡Descanso haciendo adobes!

Creer en Dios es esperar siempre que se haga eso: ¡El encontradizo! Hay que esperar siempre ese milagro y saber que viene a nosotros, pequeño o imponente y que nos permite descubrir o re-descubrir lo que Él espera de nosotros. Al ver el Evangelio de hoy, sabía que el Señor siempre tiene algo grande para nosotros. En esta perícopa (Mt 8,28-34), Jesús se compadece de dos endemoniados que le salen al encuentro y les cura. El resto de la gente tuvo miedo porque Jesús hizo algo espectacular… ¡echó los demonios a una piara de cerdos porque sí ellos se lo pidieron! Los habitantes de aquel lugar, prefirieron mejor seguir viviendo con sus oscuridades, a las que estaban acostumbrados.

Este pasaje, de alguna manera, responde a nuestra propia realidad. Jesús pasa todos los días por nuestras vidas, se hace «encontradizo» y no le asustan nuestras oscuridades, nuestras mediocridades y ciertamente graves pecados. Al contrario, los  encara mirando de frente a nuestras conciencias, sin inquina, pero con insistencia para que seamos conscientes de que es Él quien actúa en nuestras obras y no nosotros con nuestra propia miseria. ¡Vieran qué a gusto me sentí en este templo al que me gustaría regresar! Fue como la coronación de mi día. Que María santísima me ayude a preparar unos buenos ejercicios que, en primer lugar, iluminen mis propias oscuridades para poder ser luz. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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