Creer en Dios es esperar siempre que se haga eso: ¡El encontradizo! Hay que esperar siempre ese milagro y saber que viene a nosotros, pequeño o imponente y que nos permite descubrir o re-descubrir lo que Él espera de nosotros. Al ver el Evangelio de hoy, sabía que el Señor siempre tiene algo grande para nosotros. En esta perícopa (Mt 8,28-34), Jesús se compadece de dos endemoniados que le salen al encuentro y les cura. El resto de la gente tuvo miedo porque Jesús hizo algo espectacular… ¡echó los demonios a una piara de cerdos porque sí ellos se lo pidieron! Los habitantes de aquel lugar, prefirieron mejor seguir viviendo con sus oscuridades, a las que estaban acostumbrados.
Este pasaje, de alguna manera, responde a nuestra propia realidad. Jesús pasa todos los días por nuestras vidas, se hace «encontradizo» y no le asustan nuestras oscuridades, nuestras mediocridades y ciertamente graves pecados. Al contrario, los encara mirando de frente a nuestras conciencias, sin inquina, pero con insistencia para que seamos conscientes de que es Él quien actúa en nuestras obras y no nosotros con nuestra propia miseria. ¡Vieran qué a gusto me sentí en este templo al que me gustaría regresar! Fue como la coronación de mi día. Que María santísima me ayude a preparar unos buenos ejercicios que, en primer lugar, iluminen mis propias oscuridades para poder ser luz. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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