sábado, 19 de julio de 2025

«Itinerario de un corazón endurecido»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


Cómo me llamó la atención que la primera lectura de la liturgia de la Palabra de hoy, en el libro del Éxodo (Ex 11,10-12,14), antes de contarnos  nos diga que «el Señor endureció el corazón» del Faraón, porque, a pesar de que otras traducciones sean más suaves al expresarlo, como esta: «el Señor hizo que el faraón se obstinara en no dejar marchar a los hijos de Israel de su tierra», fue el mismo Dios quien endureció ese corazón. De hecho poco antes, antes en el capítulo 10 (Ex 10,1), en unos versículos que la lectura continuada del Éxodo en Misa no nos presenta, el Señor habla a Moisés y le advierte: «Preséntate a Faraón, porque yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para mostrar estas señales mías en medio de ellos». Y aquí, precisamente en este versículo, está la razón de ese «endurecer el corazón» que más de 21 veces aparece en la Escritura como una acción venida de Dios.

 

En el corazón y la mente humana, cuando el hombre deja que los impulsos malignos de nuestra naturaleza quebrantada por el pecado original se desaten sin control, suceden cosas extrañas. Dios en su infinita misericordia siempre nos ofrecerá oportunidades de dar marcha atrás. Al faraón —cuyo nombre nunca se menciona porque ese faraón puede ser cualquiera de nosotros— Dios le había dado muchas oportunidades de transformar su corazón que, de por sí, estaba ya endurecido no por el Señor, sino por sus mismas acciones; basta ir al extenso relato de las plagas que abarca del capítulo 7 a inicios del 11 y darse cuenta que era el mismísimo faraón quien endurecía su corazón. En todo este itinerario de tragedias, Dios invita al faraón, una y otra vez, a convertir su corazón pero el hombre no reacciona, está «obstinado». ¡Me pregunto si nosotros le habríamos dado tantas oportunidades al faraón ¡

 

A veces una persona —el faraón o cualquiera de nosotros— puede cimentarse en un camino destructivo y llegar a un punto sin retorno. Dios puede partir de aquella situación para sacar un bien. Incluso, de manera incomprensible para nosotros, como en el relato de hoy, en un punto claro de esta historia en el que el faraón cruzó un punto sin retorno, Dios reutiliza esa «vasija» —como dice Pablo en Romanos 9— para cumplir sus buenos propósitos para con el pueblo de Israel que no veía ya la puerta de salida de aquella esclavitud, de aquellos abusos, de aquel descarte que ese hombre malvado quería lograr. Creo que el hecho de que en esta ocasión me haya detenido en eso, me invita, junto con ustedes, queridos lectores, a pedirle al Señor un corazón es blando que siempre quiera hacer lo correcto. A medida que avanzamos en el resto de la historia bíblica, veremos cómo se desarrolla este tema del corazón duro frente al blando. Por ahora, pidamos al dulce corazón de María santísima, a ese corazón que en su interior guardó cosas incomprensibles venida de Dios, que nos ayude a adentrarnos más y más en la justicia y la misericordia de Dios, que quiere salvarnos, muchas veces, de nosotros mismos. ¡Bendecido viernes!

 

Padre Alfredo.

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