lunes, 7 de julio de 2025

«HACE 121 AÑOS NACIÓ LA BEATA MARÍA INÉS»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hace 121 años nació, en Ixtlán del Río, en Nayarit, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento y es un regalo maravilloso estar desde ayer aquí en la Casa Madre, el lugar en donde dio inicio esta obra misionera que nos ha atrapado a muchos para conquistar el mundo como ella lo hizo, y llevarlo a Dios. En el cielo ya no hay cumpleaños, hay gozo de eternidad, hay premio de gloria, hay esperanza ya colmada. Que desde allá interceda por nosotros y que siga siendo esa «estrellita», como ella anhelaba, que ilumine nuestro andar con destellos de la luz que provienen de Nuestro Señor.
 
«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá», suplica postrado ante Jesús en el Evangelio de hoy (Mt 9,18-26) el jefe de una de las sinagogas de aquel tiempo. El Señor acude a imponer las manos sobre la niña muerta y en el camino permite que la toque el manto una mujer enferma. Es que, como nos enseña la beata María Inés corroborando lo que muchos santos dicen, Dios no está nunca desatento de nosotros. Es siempre presencia amistosa, íntima, que abraza la necesidad de todos. Por eso agradezco a todos lo que me han escrito o enviado mensajes de audio tocante a mi reflexión de ayer que me hace reconocer siempre a ese Dios cercano. Me han llegado comentarios de todo tipo y ante esto quiero afirmar que somos cuerpo y alma y que ambas pueden quebrarse.
 
Sí, podemos morir de cáncer, hipertensión arterial, infarto, aneurismas... pero también podemos sufrir en el alma. Hay enfermedades y aneurismas del corazón, heridas mortales de las cuales el alma no se recupera. En la mayoría de los casos, el suicidio es el equivalente emocional del cáncer, un derrame cerebral o un ataque al corazón. Por allí encontré, leyendo sobre el tema, que el suicidio es un intento desesperado de terminar con un dolor insoportable, muy parecido a un hombre que se tira por una ventana porque su ropa está en llamas. No dejemos de pedir a María santísima no solamente por los sacerdotes sino por todos. Cuando estamos indefensos, Dios no lo está. El amor de Dios puede descender al mismo infierno —como profesamos en nuestro credo— y sus manos son más suaves que las nuestras, la compasión de Dios es más amplia que la nuestra y el entendimiento de Dios supera infinitamente el nuestro. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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