El Evangelio de hoy (Mt 10,1-7) nos presenta la elección y envío de los doce apóstoles que Jesús eligió para estar con él y para enviarlos a predicar (Mc 3,13-14). Estos hombres hacen un grupo tan diverso como nos iremos dando cuenta a lo largo de las andanzas que vivirán junto al Señor. Primero están Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, luego Santiago y su hermano Juan de los que más o menos sabemos algo; de los otros siete no sabemos casi nada —si no tomamos en cuenta lo que se narra en los evangelios apócrifos u otros escritos tardíos del mismo tipo—. La lista termina con el que lo entregará.
Si hubiéramos estado en el lugar de Jesús... ¿habríamos elegido colaboradores como ellos para una tarea tan difícil como «expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias? Nuestro Señor eligió un grupo «variopinto» y luego... ¡nos eligió a todos nosotros!, a sabiendas de que, como Moisés con su pueblo de duro corazón, tendría grandes dificultades para hacer comprender a sus seguidores inmediatos, y mucho menos a todos nosotros, el sentido de su misión, que hunde sus raíces en la compasión por los que sufren y carecen de dirección. Bien que todos conocemos nuestras limitaciones y debilidades, aunque a veces nos hagamos ciegos ante ellas; pero la misión que se nos ha confiado es más grande que nosotros, va mucho más allá de lo que podamos ver. Aquel que nos la confió está siempre a nuestro lado para consolarnos y alimentarnos. Decía la beata María Inés: «Jesús Eucaristía, ‘centro y alegría de mi corazón’». (Viva Cristo Rey)... «La Eucaristía debe ser ‘el centro de nuestros amores’». (Adveniat Regnum tuum).
El mismo Jesús que llamó a los doce, es el mismo que nos llama a nosotros desde su presencia Eucarística para seguir dando muestras de la inmensa misericordia que ofrece el anuncio del Reino de los Cielos. No olvidemos que nuestra vocación al Evangelio no es un privilegio que debamos conservar solo para nosotros, sino una gracia que hay que compartir. Y no olvidemos que el Señor no entrenó a sus discípulos con largos discursos, sino que simplemente los involucró en sus viajes misioneros y los envió a la misión. Pidámosle a María, la «Virgen del Camino», que nos ayude a no quedarnos teorizando frente a Jesús Eucaristía, sino que nos involucremos con Él en la misión. ¡Bendecido miércoles, ombligo de la semana!
Padre Alfredo.
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