Este día 25, la Iglesia celebra la fiesta del Apóstol Santiago. Miles de fieles y devotos se reúnen en muchísimas partes del mundo para rendir homenaje a uno de los santos más venerados del mundo hispánico. Su figura evoca un símbolo de identidad y encuentro con Jesús desde la miseria humana que va al encuentro de la misericordia del Señor. El relato evangélico del Evangelio de la fiesta (Mt 20,20-28) nos refiere al encuentro que Jesús tiene con la madre de Santiago y su hermano Juan, quien busca convencer al Maestro «Rey de reyes» de que sus hijos se sienten, uno a su derecha y el otro a su izquierda en el banquete del Reino que anuncia. El Señor, en respuesta a la solicitud de la madre -engatusada por sus hijos-, responde con una pregunta: «¿podrán beber el cáliz que yo he de beber?» Y ellos dicen: «Sí que podemos».
Tanto Santiago —el festejado— como su hermano Juan a quien se celebra otro día, no saben de entrada, que beber del Cáliz del Señor es comprometerse de forma honesta y sin beneficio alguno en la transformación, en primer lugar del propio corazón que, como miseria humana, debe ponerse, como dice la Beata María Inés Teresa, al servicio de la Misericordia. Los primeros puestos, los reconocimientos, el afán de triunfo y el dominio de todas las instancias por el poder, cuando se buscan solamente desde el plano humano, no conducen al Cielo. Los padres de familia que enseñan metas ambiciosas a sus hijos o que se dejan engatusar por los hijos, como parece suceder en este caso, son los que ofrecen una deslucida y deficiente ayuda a la sociedad.
Aprender de Santiago, el hijo mayor de Zebedeo, significa echarse un calvado al propio corazón y ver si realmente buscamos la gloria de Dios o buscamos que nos toque «un buen huesito» en el asunto de nuestra salvación. Yo creo que este encuentro con Jesús, aclaró en aquella madre ilusionada, el papel que sus dos hijos tendrían en el rol de la instauración del Reino de Dios cuyo comienzo empieza en este mundo. Gozosa ha de haber visto como su hijo Santiago fue testigo de momentos clave en la vida de Jesús, como la Transfiguración en el Monte Tabor y la oración en el huerto de Getsemaní, lo que evidencia su cercanía con el Hijo de Dios no en Cielo, sinos desde aquí en la tierra compartiendo la misma suerte. Que la Virgen Santísima nos ayude a ser, sobre todo, muy sinceros. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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