viernes, 11 de julio de 2025

NO TODOS LOS HÉROES USAN CAPA...

Shavarsh Karapetyan's heroic rescue in Yerevan Lake

Corría el año de 1976 y el nadador olímpico soviético–armenio Shavarsh Karapetyan acababa de terminar una extenuante carrera de 20 kilómetros con su hermano Kamo, cuando presenció una escena impactante: un trolebús lleno de pasajeros perdió el control y se hundió en el embalse Ereván —una especie de lago artificial—, cerca de la ciudad del mismo nombre que es la capital de Armenia.

Sin pensarlo dos veces, Shavarsh se lanzó al agua helada, buceó casi 10 metros de profundidad con visibilidad casi nula, y rompió a patadas la ventana trasera del autobús, lesionándose en el proceso. Luego, comenzó a rescatar a las personas una por una, sacándolas hacia la superficie. Aquel día salvó 20 vidas pagando un precio altísimo: el agua contaminada, el esfuerzo extremo y la falta de oxígeno le provocaron una neumonía severa, septicemia —eso que ocurre cuando el sistema inmunológico, en lugar de combatir la infección de manera localizada, libera sustancias químicas que causan inflamación en todo el cuerpo, afectando a órganos y tejidos—  debido a los residuos de aguas negras en el lago y daño pulmonar severo, por lo que pasó 45 días hospitalizado. 

Shavarsh, antes de aquello, fue un exitoso nadador de aletas, estableció 11 récords mundiales y ganó múltiples títulos mundiales, europeos y soviéticos y debido a ese evento nunca pudo volver a competir. Su carrera deportiva terminó ahí… pero su leyenda apenas comenzaba. 

El logro de Karapetyan no fue reconocido inmediatamente. Todas las fotos de aquel accidente y su heroicidad se mantuvieron en la oficina del fiscal de distrito y sólo se publicaron dos años después. Fue galardonado después con la Medalla por el Rescate de Personas Ahogadas, y la Orden de la Insignia de Honor. Su nombre se convirtió en un nombre familiar en la URSS el 12 de octubre de 1982, cuando Komsomólskaya Pravda publicó un artículo sobre su hazaña, titulado «La batalla submarina del Campeón». Esta publicación reveló que él era el salvador, tras lo cual recibió cerca de 60.000 cartas.

Años después, en 1985, mientras iba caminando, vio que uno de los edificios del pabellón deportivo de la misma Ereván en llamas. Otra vez, sin pensarlo, entró varias veces para sacar a las personas atrapadas, hasta que el edificio colapsó sobre él. Fue hospitalizado de nuevo, esta vez con quemaduras graves y daño nuevamente en los pulmones.

Hoy, a sus 72 años, sigue vivo, es Maestro de Honor de Deportes de la URSS, tiene una empresa de calzado que se llama «Segundo aliento» y aunque su historia es poco conocida, representa el verdadero significado del heroísmo: sacrificarse por otros,  sin cámaras, aunque se pierda la fama y sin esperar nada a cambio.

No todos los héroes usan capa… algunos nadan hacia el peligro con el corazón por delante.

Padre Alfredo.

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