martes, 14 de marzo de 2023

«Oremos como Azarías»... Un pequeño pensamiento para hoy


Qué impactante me resulta siempre el fragmento del libro del profeta Daniel que hoy la liturgia de la palabra de misa pone como primera lectura (Dan 3,25.34-43). Ojalá lo puedan leer en su Biblia, en su misal mensual o en alguna e las aplicaciones como «Appostolica», que nos ofrece las lecturas, la Liturgia de las Horas y otras cosas más y es muy fácil de manejar. Este trozo del libro nos presenta una oración de súplica que Azarías, es una oración empapada de una fe que se apoya únicamente en Dios. La crisis que Azarías contempla en su pueblo —ni gobernantes, ni profetas, ni sacrificios— motiva que él, pensando en el pueblo al que pertenece, se pregunte cómo se podrá hacer oír, todavía, por Dios. El autor de esta súplica está convencido que únicamente la penitencia interior y la conversión de corazón hará nuevamente agradable el pueblo a los ojos de Dios.

Y es que me impacta la actualidad del texto, y me ha llamado la atención no solamente este año, sino en épocas anteriores porque se alguna manera, contemplamos que nuestro pueblo, aún con todas las bendiciones que recibe a diario de Dios, se encuentra casi siempre lejos de él. Sin embargo, nunca falta gente buena, personas sacrificadas y sencillas que esperan en la misericordia de Dios, aún en medio de la desolación. Me gusta cómo termina esta oración de Azarías y por eso la copio textualmente, para grabarla siempre en mi corazón rogándole a Dios que no pierda nunca la esperanza de que él, conocido y amado por nosotros, nos tenga de su mano: «Ahora te seguiremos de todo corazón: te respetamos y queremos encontrarte; no nos dejes defraudados. Trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia. Sálvanos con tus prodigios y da gloria a tu nombre».

Toda época de la historia de la humanidad ha sido difícil, y en todo tiempo el hombre, desde el pecado de nuestros primeros padres, ha querido sentirse autosuficiente, pensando que, sin Dios, puede resolverlo todo. Pero, el devenir de los siglos nos enseña que sin Dios, el hombre pierde el rumbo, se despista, se autodestruye. En la Cuaresma nosotros también, como Azarías, podemos dirigirnos confiadamente a Dios, reconociendo nuestro pecado personal y comunitario, y nuestro deseo de cambio en la vida. Así se juntan en este tiempo dos realidades importantes: nuestra miseria y la misericordia de Dios, como decía la beata María Inés. Ayudados por María santísima, hagamos un buen examen de conciencia y pidamos por nosotros y nuestro pueblo para alcanzar el perdón de Dios. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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