Por supuesto que también nosotros necesitamos estos momentos de hacer un alto en el camino cuaresmal para continuar luego en nuestro esfuerzo de seguir a Jesús, momentos para darnos cuenta de que, de verdad, el camino de Jesús es un camino luminoso, y que realmente en él —en su palabra, en su vida entera, en su entrega, en su muerte en cruz— se manifiesta toda la gloria de Dios. Necesitamos momentos de silencio para oír les palabras del Padre resonando en nuestro interior: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo».
La transfiguración, que hace entrever a estos tres apóstoles la gloria, es como una garantía del destino pascual. El duro camino se ve animado por una manifestación de Dios —Teofanía— en lo resplandeciente de Jesús y en la palabra autorizada del Padre. En Cuaresma nosotros también somos invitados a pensar en la transfiguración de Cristo y en nuestra propia transfiguración para el tiempo de la Pascua con una vida nueva. Pongámonos bajo la mirada dulce de María y continuemos el camino. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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