Sé que todos, por lo menos los mexicanos en la inmensa mayoría de los casos, somos gente a la que no le sobre el dinero y pienso que algunos de los que cooperaron a esta causa se privaron de algún gusto o tal vez hasta de algo necesario para compartir con los demás. ¡No cabe duda de que esto ha sido un gesto muy expresivo de la Cuaresma, que nos llama a practicar la limosna! Todo esto de pensar en la colecta extraordinaria me viene de ver la primera lectura de la Misa de este sábado, tomada del profeta Oseas (Os 6,1-6) que habla de aquellos en los que el amor es «como nube mañanera, como rocío matinal que se evapora». A veces, cuando hay cataclismos como este de los terremotos en Oriente medio, la gente se conforma con dar alguna pequeña ayuda o hacer una breve oración en el primer momento olvidando lo que viene después.
De hecho alguien a quien le comenté de esto me preguntó que por qué la colecta no se hizo de inmediato y se dejaron pasar días. La razón es esta: La calamidad tiene un inicio catastrófico, pero la vida sigue para los sobrevivientes a quienes hay que ayudar a reconstruir sus vidas. En Turquía, además de los 47 930 muertos, hay más de 115,000 heridos, y en Siria, donde hubo 7,250 muertos, hay más de 14,500 heridos. Así que nuestro amor no puede ser uno que se evapore cuando el daño inicial pasó, sino que ahora debemos de seguir pidiendo a Dios tenga clemencia de toda esta gente. Recordemos que la Cuaresma es tiempo para orar, para ofrecer sacrificios y para dar limosna. ¡Dios recompense a tanta gente que, movida solamente por los intereses de Cristo, que son las almas, busca la manera de seguir ayudando! Que María santísima nos aliente para seguir viviendo nuestras prácticas cuaresmales rumbo a la Pascua.
Padre Alfredo.
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